El campeón de las diferencias


Había una vez un niño llamado Tomás, que era muy diferente a los demás niños de su clase. Mientras todos ellos eran altos y delgados, él era bajito y un poco llenito.

Además, tenía el pelo rizado y siempre llevaba unas gafas enormes. Desde el primer día de clases, los otros niños se burlaron de él por ser diferente. Le decían cosas hirientes como —"Gordito"  o "Cuatro ojos".

Esto hacía que Tomás se sintiera triste y solo. Un día, mientras caminaba por el parque pensando en cómo cambiar para ser aceptado por sus compañeros, vio a un grupo de niños jugando fútbol. Eran los más populares de la escuela y todos querían ser como ellos.

Tomás se acercó tímidamente al grupo y les preguntó si podía jugar con ellos. Los niños se miraron entre sí y comenzaron a reírse a carcajadas.

"¡Tú no puedes jugar con nosotros! Eres demasiado bajo y lento", le dijo uno de los chicos líderes del equipo. Tomás sintió una punzada en su corazón al escuchar esas palabras, pero decidió no rendirse tan fácilmente. "Está bien", respondió Tomás con firmeza.

"Quizás no sea rápido ni alto como ustedes, pero puedo aprender a ser mejor". Los chicos se quedaron sorprendidos ante la determinación de Tomás y decidieron darle una oportunidad. Así que lo dejaron unirse al equipo.

A partir de ese momento, Tomás dedicó todo su tiempo libre a practicar fútbol. Corría todos los días para mejorar su velocidad y practicaba sus habilidades con el balón en su casa. Poco a poco, Tomás comenzó a mejorar.

Aunque seguía siendo bajito y llevando gafas, cada vez jugaba mejor al fútbol. Su pasión por el juego era tan grande que no se rendía ante las dificultades. Un día, llegó el momento de un partido importante contra otro equipo de la escuela.

Los chicos estaban nerviosos y emocionados, pero también dudaban si Tomás sería una carga para ellos. Cuando empezó el partido, Tomás demostró todo lo que había aprendido. Corría rápido y hacía pases precisos. Además, tenía una habilidad innata para driblar a los rivales.

Los compañeros de equipo se sorprendieron al ver cómo Tomás estaba destacándose en el partido. De repente, todos aquellos niños que lo habían tratado mal por ser diferente empezaron a admirarlo.

"¡Tomás es increíble! ¡Nos está ayudando a ganar!", exclamaron los chicos entusiasmados. El equipo de Tomás ganó ese partido gracias a su valiosa contribución. Desde ese día, los demás niños dejaron de burlarse de él y comenzaron a tratarlo con respeto.

Tomás comprendió entonces que no tenía que cambiar para ser aceptado por los demás. Lo único importante era creer en sí mismo y luchar por lo que quería.

A partir de ese momento, Tomás se convirtió en un ejemplo para todos los niños de la escuela. Les enseñó que no importa cuán diferentes sean entre sí, siempre hay algo especial en cada uno y eso debe ser valorado.

Y así fue como Tomás demostró que ser diferente no es un defecto, sino una cualidad única que nos hace especiales. Aprendió a amarse tal como era y a inspirar a los demás con su valentía y determinación. Desde entonces, en la escuela de Tomás reinaba el respeto y la aceptación hacia todas las diferencias.

Y todo gracias a un niño llamado Tomás, quien supo convertir sus diferencias en una fortaleza para sí mismo y para los demás.

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