El campeón del aro dulce
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Ignacio. Ignacio era conocido por ser muy amigable y siempre estar dispuesto a ayudar a los demás.
Le encantaba jugar al básquet en la plaza del pueblo con sus amigos y soñaba con convertirse en un gran jugador profesional algún día. Ignacio también tenía otra pasión: los helados de chocolate.
No había nada que lo hiciera más feliz que disfrutar de un delicioso helado de chocolate después de un largo día de juegos y risas. Pero sin duda, lo que más amaba Ignacio en el mundo era a su bella madre, Martina.
Martina era una mujer cariñosa y dedicada, siempre apoyando a Ignacio en todo lo que se proponía. Juntos formaban un equipo imparable, enfrentando juntos cada desafío que la vida les presentaba. Un día, mientras Ignacio jugaba al básquet con sus amigos, recibió una noticia inesperada.
El equipo de básquet del pueblo había sido invitado a participar en un torneo regional. Todos estaban emocionados, pero también algo nerviosos por la competencia que enfrentarían.
"¡Chicos, tenemos que entrenar más duro que nunca si queremos ganar el torneo!" -gritó Ignacio emocionado. "¡Sí! ¡Vamos a darlo todo por nuestro pueblo!" -exclamaron sus amigos al unísono. Ignacio estaba decidido a llevar a su equipo hacia la victoria, pero sabía que no sería fácil.
Durante semanas entrenaron arduamente, mejorando sus habilidades y fortaleciendo su espíritu de equipo. Finalmente llegó el día del torneo y Villa Feliz estaba lleno de emoción y expectativa. El primer partido fue intenso, pero gracias al esfuerzo conjunto y la determinación de Ignacio, lograron salir victoriosos.
El camino hacia la final no fue sencillo, pero con valentía y trabajo en equipo lograron llegar hasta ahí. El último partido estaba reñido, ambos equipos luchaban con todas sus fuerzas por el ansiado trofeo.
Faltando pocos segundos para el final del juego, el marcador estaba empatado. Era el momento decisivo y todos los ojos estaban puestos en Ignacio. Concentrado y seguro de sí mismo tomó el balón y lanzó...
¡encestando justo antes de que sonara la chicharra! Villa Feliz estalló en júbilo y alegría. Igna
FIN.