El campo de fútbol mágico


Había una vez un chaval llamado Tomás, a quien le encantaba jugar al fútbol. Cada mañana se despertaba con una gran sonrisa en el rostro y un impulso incontrolable de correr detrás de la pelota.

Pero había un pequeño problema: Tomás vivía muy lejos del campo de fútbol más cercano. Un día, mientras desayunaba con su familia, Tomás expresó su deseo de jugar al fútbol.

Su mamá lo miró con ternura y le dijo: "Tomás, sé que te encanta el fútbol, pero lamentablemente no tenemos un campo cerca de casa". El chaval suspiró y bajó la cabeza decepcionado. Pero su papá, siempre dispuesto a ayudar a su hijo a cumplir sus sueños, tuvo una idea brillante.

"¡Ya sé! Podríamos construir nuestro propio campo de fútbol en el jardín trasero", exclamó emocionado. Los ojos de Tomás se iluminaron como dos estrellas y saltó de alegría.

Así comenzaron los preparativos para convertir el jardín en un lugar donde Tomás pudiera jugar al fútbol todos los días. Papá y Tomás trabajaron duro durante todo el fin de semana para nivelar el terreno y marcar las líneas del campo.

Mamá también ayudó plantando flores hermosas alrededor para hacerlo aún más especial. Finalmente, llegó el gran día: ¡el primer partido en su nuevo campo! Tomás invitó a todos sus amigos del vecindario para que se unieran a él e incluso llevó algunas camisetas para formar equipos.

El ambiente estaba lleno de risas, entusiasmo y la emoción de jugar al fútbol en su propio jardín. El partido comenzó y todos los chicos se divirtieron muchísimo.

Tomás demostró sus habilidades con el balón, pero también aprendió a trabajar en equipo y respetar las reglas del juego. A medida que avanzaba el tiempo, más niños del vecindario se unían a los partidos regulares en el campo de fútbol casero.

Un día, mientras jugaban un emocionante partido, alguien dio un pase largo hacia el otro extremo del jardín. La pelota voló por encima de la cerca y cayó en el patio trasero del vecino gruñón, Don Carlos. Todos los chicos miraron preocupados.

Tomás sabía que tenía que hacer algo para recuperar la pelota sin meterse en problemas con Don Carlos. Se acercó a la puerta del vecino y llamó tímidamente. "Disculpe, señor Carlos", dijo Tomás con voz temblorosa.

"¿Podría devolvernos nuestra pelota? No fue intencional". Don Carlos abrió la puerta y vio al grupo de niños angustiados frente a él. Mirándolos detenidamente durante unos segundos, una sonrisa se dibujó en su rostro arrugado.

"Está bien", respondió amablemente mientras les devolvía la pelota. Desde ese día, Don Carlos permitió a los chicos jugar ocasionalmente en su enorme patio trasero cuando no lo estaba usando él mismo. De esta manera, Tomás y sus amigos pudieron disfrutar aún más del fútbol sin restricciones.

La historia de Tomás y su campo de fútbol en el jardín trasero se convirtió en un ejemplo para todos los niños del vecindario.

Aprendieron que, a veces, cuando las cosas no están disponibles cerca de casa, podemos encontrar soluciones creativas y trabajar juntos para hacer nuestros sueños realidad. Y así fue como Tomás demostró que la pasión, la determinación y el apoyo de la familia pueden superar cualquier obstáculo.

Nunca más se sintió triste por vivir lejos del campo de fútbol porque había creado su propio espacio mágico donde sus sueños podían volar tan alto como una pelota en el aire.

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