El campo secreto de la lluvia



Había una vez un niño llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo. A Juan le encantaba jugar al fútbol y siempre estaba buscando la oportunidad de reunirse con sus amigos para organizar partidos en el parque.

Un día, mientras caminaba hacia el parque con su pelota bajo el brazo, se encontró con su amigo Pedro. Pedro también era un apasionado del fútbol y siempre estaba dispuesto a jugar.

"¡Hola Juan! ¿Vas al parque a jugar al fútbol?" -preguntó emocionado Pedro. "Sí, claro. Me encantaría tener un partido contigo hoy" -respondió Juan entusiasmado. Cuando llegaron al parque, se dieron cuenta de que había muchos niños jugando allí.

Se acercaron a ellos y les preguntaron si podían unirse a su juego. "Claro chicos, ¡bienvenidos! Estábamos necesitando más jugadores" -dijo uno de los niños amablemente. El partido comenzó y todos los niños estaban muy emocionados. Había risas, gritos de alegría y mucha diversión en el aire.

Pero algo inesperado ocurrió: empezó a llover torrencialmente. Todos los niños corrieron hacia los árboles en busca de refugio, pero Juan tuvo una idea brillante.

Recordó que cerca del parque había una antigua casona abandonada donde podrían resguardarse hasta que dejara de llover. "Chicos, ¡siganme! Tengo una idea genial" -exclamó Juan mientras corría hacia la casona abandonada seguido por sus amigos. Una vez dentro de la casona, los niños encontraron un lugar seco y seguro.

Pero también descubrieron que el lugar estaba lleno de polvo y suciedad. "¡Vaya! Parece que este lugar ha estado abandonado por mucho tiempo" -dijo Pedro sorprendido. Juan miró a su alrededor y tuvo una idea aún más brillante.

Decidió que podrían aprovechar ese momento para convertir la casona en su propio campo de fútbol improvisado. "Chicos, ¿qué les parece si limpiamos este lugar y lo transformamos en nuestro campo de juego?" -propuso Juan entusiasmado.

Los niños aceptaron el desafío y comenzaron a trabajar juntos para limpiar el lugar. Barrían el polvo, sacudían las telarañas y arreglaban las ventanas rotas. Poco a poco, la antigua casona empezaba a tomar forma como un auténtico campo de fútbol.

Cuando terminaron con la limpieza, los niños estaban orgullosos del trabajo realizado. El nuevo campo tenía hasta tribunas hechas con troncos de árboles caídos. "¡Esto es genial! Ahora tenemos nuestro propio estadio" -exclamó Pedro emocionado.

El partido continuó bajo techo mientras afuera seguía lloviendo sin parar. Los chicos se divirtieron tanto que ni siquiera notaron cuando dejó de llover. Al final del día, todos los niños se despidieron felices sabiendo que habían hecho algo especial juntos.

A partir de ese día, la antigua casona abandonada se convirtió en su lugar secreto para jugar al fútbol cuando el clima no era favorable. Juan y sus amigos aprendieron que, a veces, los obstáculos pueden convertirse en oportunidades.

Aprendieron a trabajar en equipo, a ser creativos y a encontrar soluciones incluso en las situaciones más difíciles.

Y así, cada vez que Juan juega a la pelota con sus amigos en su propio estadio improvisado, recuerda lo importante que es el trabajo en equipo y cómo un simple juego puede unir a las personas y crear momentos inolvidables.

FIN.

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