El Cangrejo y la Medusa



Era un hermoso día en la costa y Vicky, una curiosa niña con un gran amor por el océano, decidió explorar el fondo marino. Con su traje de buzo y su aleta, se zambulló en las frescas aguas azules. Al descender, encontró un mundo colorido lleno de peces, corales y algas que danzaban con la corriente.

De repente, Vicky notó un movimiento a su lado. Era un cangrejo de color rojo brillante que caminaba bien rápido.

"¡Eh, cangrejo!" - gritó Vicky mientras intentaba seguirlo.

El cangrejo, sorprendido, se detuvo y se dio la vuelta.

"¡Hola! Soy Canito, el cangrejo. ¿Quién eres tú?"

"Soy Vicky, vengo a explorar el océano" - respondió ella emocionada.

"Es un lugar lleno de maravillas, pero hay que tener cuidado con algunos amigos..." - advirtió Canito.

Intrigada, Vicky le preguntó:

"¿Qué tipo de amigos?"

"Te lo puedo mostrar. Vamos a conocer a Dalia, la medusa. Ella es muy hermosa, pero también es peligrosa si no sabemos cómo acercarnos a ella" - explicó Canito.

Así, Canito guió a Vicky a través de un bosque de algas y finalmente llegaron a una cueva luminosa. Allí, flotaba Dalia, una medusa de mil colores que brillaba como un arco iris.

"¡Hola! Soy Dalia, la medusa. ¿Quiénes son ustedes?"

"Soy Vicky y este es Canito. Venimos en busca de aventuras" - dijo Vicky con una gran sonrisa.

"¡Qué bien!" - exclamó Dalia. "Voy a mostrarles el escondite más hermoso del océano, pero deben recordar no tocar mis tentáculos, son delicados y pueden hacerles daño."

Ambos asintieron con la cabeza y siguieron a Dalia. Pero de repente, un grupo de peces traviesos comenzó a jugar cerca de ellas, haciendo mucho ruido.

"¡Hey! Cuidado, pueden asustar a Dalia" - gritó Canito.

"No se preocupen, a mí no me asustan los ruidos. Soy más rápida que ellos" - aseguró Dalia. Pero mientras ella decía esto, un pez travieso saltó cerca de sus tentáculos y accidentalmente la tocó.

"¡Ay! ¡¡Cuidado! !" - gritó Dalia. Sus colores comenzaron a apagarse y su brillo se desvaneció.

"¿Qué pasa? ¿Estás bien?" - preguntó Vicky preocupada.

"Solo necesito un poco de espacio y tranquilidad. Mis colores cambian con mi estado de ánimo" - explicó Dalia, remarcando que los ruidos a veces pueden asustar o alterar a los seres que habitan en el mar.

Vicky, entendiendo lo que sucedía, se le ocurrió una idea.

"¡Canito! ¡Daliecito, podemos hacer un juego tranquilo!"

"¿Qué idea tienes, Vicky?" - preguntó Canito.

"¿Y si hacemos una danza suave y tranquila debajo del agua?" - sugirió Vicky, y su rostro se iluminó al pensar en la diversión que podrían tener.

Dalia sonrió.

"Me encanta la idea. Eso me ayudará a relajarme y volver a brillar" - dijo Dalia. Así que, juntos comenzaron a nadar con lentitud, haciendo suaves movimientos.

Los peces traviesos, al ver la danza, empezaron a calmarse y a unirse al baile. Vicky, Canito y Dalia danzaron bajo el agua como si estuvieran en un hermoso sueño, creando un espectáculo de colores y formas.

Poco a poco, Dalia comenzó a brillar de nuevo y su risa inundó el océano.

"¡Qué divertido! Miren, ya estoy volviendo a brillar. Gracias por la danza, amigos" - dijo Dalia, ahora más llena de energía.

Vicky sonrió.

"El mar tiene que ser un lugar hermoso, pero a veces, lo mejor es respetar y cuidar a todos los que lo habitamos".

Canito asintió.

"¡Exactamente! Desde ahora, siempre seleccionaremos nuestras aventuras con respeto y tranquilidad".

Los amigos continuaron explorando el océano, esta vez con una gran lección que llevarían en sus corazones. Vicky, Canito y Dalia se hicieron grandes amigos, compartiendo aventuras y cuidando juntos de su hermoso hogar bajo el mar.

Y así, Vicky volvió a la superficie, llena de historias que contar y lecciones que recordar, lista para seguir explorando no solo el fondo del mar, sino también la vida misma.

FIN.

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