El Cantante de la Medianoche
En un pequeño pueblo llamado Melodía, vivía un joven llamado Tomás, conocido por su hermosa voz. Cada noche, el pueblo se reunía en la plaza para escuchar sus canciones. Sin embargo, había un misterio que envolvía a Tomás. Se decía que cada vez que cantaba hasta la medianoche, algo extraño sucedía.
Una noche, mientras el cielo se cubría de estrellas, una brisa suave soplaba y Tomás subió al escenario. "Esta es para ustedes", dijo con una sonrisa, preparándose para cantar. La melodía flotó en el aire, envolviendo a todos en un abrazo musical. Pero justo cuando el reloj dio las doce, las luces parpadearon y una sombra misteriosa apareció detrás de él. Los niños del pueblo, aunque asustados, no podían apartar la mirada.
De repente, la sombra se hizo más clara, revelando a un antiguo cantante llamado Don Rufino, quien había sido famoso en el pueblo hace muchos años. "Ay, Tomás, soy yo, Don Rufino", dijo la sombra. "Vengo a advertirte sobre el poder de la canción. Cuando cantas a esta hora, despiertas recuerdos olvidados y sombras que no deberían volver a ver la luz."
Tomás, valiente y curioso, preguntó: "¿Por qué tienes una sombra tan triste, Don Rufino?" El anciano revivió historias de su juventud, de cómo había perdido su voz por dejar que la fama lo consumiera. "Si no usas tu canción con amor y respeto, podrías perderlo todo".
Reflexionando sobre sus palabras, Tomás decidió que debía cambiar. "No quiero ser como tú, Don Rufino. Quiero usar mi voz para hacer feliz a la gente, no para despertarle miedos."
La sombra asintió. "Esa es la clave, joven. La música es un regalo. Debes cuidarla y compartirla con alegría".
A partir de esa noche, Tomás dedicó sus canciones a resaltar la bondad y la felicidad en su pueblo. Sus melodías comenzaron a atraer sonrisas y a inspirar a otros a crear música. El pueblo se llenó de luz, y la sombra de Don Rufino, ahora un poco menos oscura, sonrió al ver que Tomás había escuchado su advertencia.
Con el tiempo, el cantante fantasma se desvaneció, pero su lección permaneció. "La música tiene poder, y debemos usarlo sabiamente".
Así, cada vez que Tomás cantaba, recordaba las palabras de Don Rufino y se aseguraba de que cada nota trajera alegría a quienes lo escuchaban. El pueblo de Melodía nunca olvidó aquella noche, y desde entonces, la plaza se llenó de música, risas y la promesa de un futuro brillante.
Y así, Melodía se convirtió en el pueblo donde la música no solo entretenía, sino también sanaba corazones, y Tomás el cantante, llevaba en su pecho las melodías más hermosas que el mundo podría ofrecer, construyendo un legado lleno de amor.
FIN.