El Canto de Ariel
Había una vez, en un bello bosque lleno de árboles altos y flores de todos los colores, un pájaro hermoso llamado Ariel. Sus plumas brillaban como el oro y su canto era más dulce que cualquier melodía. Cada mañana, Ariel se despertaba con el sol y alegraba a todos los habitantes del bosque con su música.
Un día, mientras volaba entre las ramas, Ariel escuchó un llanto proveniente de un arbusto.
"¿Quién está ahí?" - preguntó Ariel, preocupado.
"Soy Tico, el pequeño conejito. Me he perdido y no sé cómo regresar a mi casa" - respondió un conejito de orejas largas y suaves.
Ariel, conmovido, decidió ayudar a Tico. "No te preocupes, amigo. ¡Yo te llevaré a casa!" - exclamó con determinación.
Así, Ariel y Tico emprendieron el camino. Volaron y saltaron por el bosque, pero pronto se dieron cuenta de que no era tan fácil encontrar el camino de regreso. Se encontraron con una anciana tortuga llamada Rosita que estaba tomando el sol bajo un árbol.
"¡Hola, Rosita! ¿Sabés cómo podemos ayudar a Tico a llegar a su casa?" - preguntó Ariel.
"Claro, queridos. La casa de Tico está al pie de la colina, pero primero deben cruzar el río" - respondió la tortuga, sonriendo.
"¡No hay problema!" - dijo Ariel, mientras miraba el amplio río que se extendía frente a ellos. Sin embargo, a medida que se acercaban, Tico se asustó.
"Yo no sé nadar, Ariel. ¡No voy a poder cruzarlo!" - dijo el conejito, temblando.
Ariel pensó rápidamente. "No te preocupes, Tico. ¡Tengo una idea!" - y voló por los aires hasta encontrar una rama larga y robusta.
"¡Usaremos esta rama como un puente!" - sugirió Ariel.
Tico miró la rama y luego a Ariel. "¿De verdad creés que funcionará?" - preguntó, aún un poco asustado.
"¡Sí! Solo tenés que creer en ti mismo y dar un salto. Yo estaré volando justo encima de ti para apoyarte" - animó Ariel.
Con un poco de miedo, Tico se decidió. "Está bien. ¡Lo intentaré!" - y con un salto, cruzó la rama. Ariel lo seguía volando, listo para cualquier cosa. ¡Y lo logró! Tico llegó al otro lado del río y gritó de felicidad.
"¡Lo hice, Ariel! ¡Lo logré!" - exclamó el conejito, lleno de alegría.
"¡Yo siempre supe que podías!" - dijo Ariel, feliz por su amigo. Pero el día no había terminado.
Luego de cruzar el río, Ariel y Tico encontraron un sendero cubierto de flores. Sin embargo, de repente, empezó a oscurecerse y se escucharon truenos lejanos. Era una tormenta que se acercaba rápidamente.
"Ariel, ahora me da miedo la tormenta. ¿Qué haremos?" - dijo Tico mientras veía las nubes oscuras.
Ariel, aunque también sentía un poco de miedo, respiró hondo. "No hay que desesperarse, Tico. Lo mejor es encontrar refugio. ¡Sigamos buscando un lugar seguro!" - le dijo, volando mientras buscaba un lugar donde esconderse.
Finalmente, encontraron una cueva pequeña, donde se metieron a resguardarse de la tormenta. Mientras esperaban, Ariel empezó a cantar suavemente para calmar los nervios de Tico.
"Tu canto siempre es tan reconfortante, Ariel. Gracias por estar aquí" - dijo Tico, sintiéndose más seguro.
Después de un rato, la tormenta pasó y el sol volvió a brillar.
"¡Mirá, Tico! ¡El arco iris!" - exclamó Ariel lleno de emoción.
Ambos salieron de la cueva, y frente a ellos, un arco iris brillante se veía en el cielo. Tico nunca había visto algo tan hermoso.
"Es increíble, Ariel. Vamos a tomarnos una foto para recordarlo" - sugirió el conejito.
Ariel, emocionado, se posó en una rama baja y Tico se situó justo debajo. Juntos, se quedaron mirando el hermoso arco iris, sintiendo que su amistad era aún más brillante que los colores que los rodeaban.
Finalmente, después de caminar un poco más, llegaron a la casa de Tico.
"¡Mirá, Ariel! ¡Estamos aquí!" - dijo emocionado el pequeño conejito. "¡Gracias, amigo! ¡No hubiera podido hacerlo sin ti!" - y le dio un fuerte abrazo.
"Siempre estaré aquí para ayudarte, Tico. ¡Nuestra amistad es la aventura más grande de todas!" - respondió Ariel, sonriendo.
Y así, Ariel regresó a su hogar en el bello bosque, pensando en su bella aventura junto a Tico. Desde ese día, siguieron siendo los mejores amigos, aprendiendo que con valentía y apoyo mutuo, siempre se pueden superar los desafíos. Y cada mañana, Ariel continuaba cantando, alegrando el bosque y el corazón de todos sus amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.