El Canto de la Alegría



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Melodía, un niño llamado Lucas. Desde muy pequeño, Lucas había descubierto que tenía una especial conexión con la música. Siempre que escuchaba una melodía, su corazón se llenaba de alegría. No importaba lo que estuviera haciendo, Lucas sacaba su guitarra y comenzaba a tocar.

Un día, mientras Lucas paseaba por el parque, vio a su abuelo sentado en la sombra de un árbol. Se acercó con una sonrisa.

"Hola, abuelo, ¿qué hiciste hoy?" - preguntó Lucas, curioso.

"Hoy recordé viejos tiempos, hijo. La vida me enseñó muchas cosas, pero lo que más me hizo feliz fue la música. Cada canto, cada melodía, me ayudaba a recordar a las personas que amaba" - respondió el abuelo, con un brillo nostálgico en los ojos.

Esa noche, mientras Lucas se preparaba para dormir, sintió la necesidad de cantar; quería transmitir la felicidad que su abuelo había compartido con él. A la mañana siguiente, se levantó decidido a alegrar a su pueblo con una canción.

Con su guitarra en mano, se acercó a la plaza central. Allí, vio a sus amigos: Sofía, Tomás y Valentina. Todos parecían un poco tristes, así que Lucas dijo:

"¡Chicos! ¿Por qué no les canto una canción para alegrarnos el día?"

"¡Sí! Eso suena divertido!" - respondió Sofía con entusiasmo.

Lucas se sentó en el borde de la fuente, respiró hondo y comenzó a tocar una melodía que había creado. Con cada nota, la tristeza de sus amigos se transformaba en sonrisas. Pero cuando la canción terminó, notó que algo no estaba bien.

"¿Por qué parecen preocupados?" - preguntó Lucas.

"Escuchamos que la tienda de don Pedro podría cerrar. ¡No queremos que se quede sin trabajo!" - explicó Tomás, mirando hacia el suelo.

Lucas recordó que don Pedro siempre le decía: "La música y la amistad son los tesoros más grandes que existen". Entonces, tuvo una idea.

"¡Vamos a ayudarlo! Cantaremos en la plaza y con las donaciones que recolectemos, le haremos un gran evento. ¡Todos podrán escuchar nuestra música y ayudar a don Pedro!" - exclamó emocionado.

Los amigos se miraron entre ellos, sus corazones latían con fuerza.

"¡Eso es brillante!" - dijo Valentina.

Así, los cuatro amigos se pusieron a trabajar. Organizaron un recital benéfico para reunir fondos. Con la ayuda de todos los vecinos, llenaron la plaza con risas y música. Lucas y sus amigos se turnaban para cantar, y cada voz traía recuerdos y alegrías a los corazones de la gente.

El día del evento, la plaza estaba repleta. Cuando llegó el momento de tocar la primera canción, Lucas miró a la multitud y sintió una chispa especial. Comenzó a cantar con todas sus fuerzas, y al hacerlo, trajo consigo no solo su música, sino todas las historias y recuerdos de su vida.

La gente aplaudía y muchos comenzaron a danzar, olvidando sus preocupaciones. Después de varias canciones, la emoción fue tal que no se dieron cuenta de que habían reunido suficiente dinero para que don Pedro pudiera mantener su tienda abierta.

Al finalizar el recital, don Pedro se acercó a Lucas.

"Gracias, muchacho. Gracias a ustedes, mi tienda seguirá abierta. Pero sobre todo, gracias por recordarnos lo que realmente importa: la música y la amistad" - dijo don Pedro, con lágrimas de felicidad.

"¡No solo eso, don Pedro! Su tienda es parte de nuestras historias, y eso siempre debemos cuidar" - respondió Lucas, sonriendo.

Desde ese día, el pueblo de Melodía vivió momentos de alegría y unidad a través de la música. Lucas siguió cantando, recordando siempre las historias de su vida y las de sus seres queridos. Así, entendió que un canto lleno de amor no solo puede alegrar el día de alguien, sino también unir a toda una comunidad.

Y así, cada vez que Lucas alzaba su voz en Melodía, se desataban chispeantes acordes de amor, recordando que cada nota que tocaba era un pedacito de historia que merecía ser celebrado.

FIN.

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