El canto de la alegría



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía una familia un poco desunida. La familia Torres tenía tres miembros: Sofía, la hermana mayor, que siempre estaba muy ocupada con sus estudios; Lucas, el pequeño travieso, que se dedicaba a hacer jugarretas; y mamá Rosa, quien pasaba las horas en la cocina, pero rara vez se sentaba a hablar con sus hijos.

Todo comenzó un día nublado, cuando Sofía se dio cuenta de que su familia no se reía junta desde hacía mucho tiempo. Mientras ordenaba su habitación, encontró un viejo cassette de su abuela, uno de esos que tenía canciones alegres y melodías intrépidas.

"¡Mamá, Lucas!" - gritó Sofía emocionada. "¡Escuché algo que podría hacerlos sonreír!"

Lucas, intrigado, dejó de jugar y corrió hacia Sofía. Mamá Rosa, que estaba en la cocina, también se acercó.

"¿Qué pasó, Sofía?" - preguntó con curiosidad.

"¡Encontré un cassette de canciones! Estas melodías son sobre la alegría y la felicidad, podemos escucharla juntos. Quizás nos haga sentir mejor como familia" - comentó Sofía, con ojos brillantes.

"Pero yo no tengo tiempo para eso, necesito preparar la cena" - contestó mamá Rosa, algo indiferente.

"¡Por favor, mamá! Solo será por un ratito" - insistió Lucas "Quiero escuchar y cantar... ¡Va a ser divertido!"

Después de un pequeño debate, mamá Rosa decidió que solo un ratito no estaría mal. Así que, colocaron el cassette en el viejo equipo de música y las melodías empezaron a llenar el aire.

De repente, una canción pegajosa comenzó a sonar, llena de ritmos y alegría. Sofía, Lucas y mamá Rosa no pudieron evitar mover los pies al compás de la música.

"¡Bailen, bailen!" - gritó Lucas con una sonrisa. "Esto es genial!"

Y así, comenzaron a bailar todos juntos en la sala. La tristeza y la indiferencia quedaron atrás por un momento, mientras se dejaban llevar por los acordes.

"¿Se acuerdan cuando éramos más chicos y siempre bailábamos juntos?" - preguntó Sofía de repente, sintiéndose nostálgica.

"Sí, y teníamos esa competencia de quién podía hacer el mejor paso de baile" - respondió mamá Rosa, riéndose, sintiendo cómo el ambiente comenzaba a cambiar.

El tiempo pasó volando, mientras las canciones continuaban sonando. Las risas se hicieron más frecuentes, y las anécdotas familiares comenzaron a fluir.

"Recuerdo cuando Lucas se subió a la mesa en una fiesta, y se puso a cantar como una estrella de rock" - recordó mamá Rosa con ternura.

"¡Eso fue épico!" - se rió Lucas "¡Y nadie me hizo parar!"

Mientras las canciones seguían resonando, Sofía tuvo una idea brillante.

"¿Y si hacemos un concurso de talentos?" - sugirió. "Cada uno puede preparar algo divertido para cantar o bailar y lo mostramos esta semana. Así podemos seguir disfrutando juntos".

Ambos se miraron con emoción.

"¡Me encanta la idea!" - exclamó Lucas. "¡Voy a hacer el mejor show de magia y canto!"

"Y yo prepararé una danza especial" - añadió Sofía, pensando en una coreografía que habían aprendido en la escuela. "Esto será increíble, mamá. ¿Te animas a participar?"

"¡Claro! Tal vez pueda hacer una pequeña obra de teatro con algún personaje divertido" - dijo mamá Rosa sin pensarlo mucho.

La semana pasó velozmente. En cada encuentro para practicar, los lazos entre ellos se reforzaron. La alegría y la risa comenzaron a llenar el hogar, y cada uno volcada su creatividad en sus presentaciones.

Finalmente, llegó el día del concurso. Sofía presentó su danza, Lucas mostró su magia y canto, y mamá Rosa hizo reír a todos con su personaje. Al final, todos celebraron y elogiaron las presentaciones de cada uno.

"¡Esto fue increíble! ¡Deberíamos hacerlo más seguido!" - exclamó Lucas.

"Sí, el canto realmente arregló el corazón de nuestra familia, ¡gracias Sofía!" - dijo mamá Rosa abrazando a sus hijos.

Desde ese día, las melodías del cassette de la abuela siguieron formando parte de sus vidas, cada vez que se sentían un poco tristes, se acuerdan que el canto siempre podía unir sus corazones, sanar lo que estaba roto y hacerles recordar que juntos son invencibles y felices.

Y así, la familia Torres aprendió que a veces solo hace falta un poco de música y alegría para sanar las pequeñas heridas del día a día.

FIN.

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