El canto de la libertad
Había una vez un hermoso chico arpía llamado Caleb, que vivía en un mágico bosque. Caleb era conocido por su dulce voz y su hermoso canto, el cual alegraba a todos los animales del lugar.
Sin embargo, había cazadores malvados que querían atraparlo para venderlo al mejor postor. Un día, mientras Caleb volaba entre las copas de los árboles, los cazadores lograron capturarlo con una red astuta.
Lo llevaron lejos de su hogar y lo vendieron al castillo del reino más cercano. Aunque estaba asustado y triste por estar lejos de su familia y amigos, Caleb decidió no dejar que eso apagara su espíritu.
Cuando llegó al castillo, fue encerrado en una pequeña jaula en el patio trasero. Los guardias del castillo siempre lo callaban cuando intentaba cantar para expresar sus sentimientos y liberar su alma musical.
Pero Caleb sabía que la música era parte de él y no podía permitir que nadie se lo arrebatara. Un día soleado, mientras Caleb tarareaba una melodía triste dentro de su jaula, el príncipe Víctor paseaba por el jardín. Al escuchar aquel canto tan melancólico pero hermoso, quedó cautivado por la voz de Caleb.
Se acercó sigilosamente a la jaula y exclamó emocionado: "¡Eres increíble! Tu canto es maravilloso". Caleb miró sorprendido al príncipe Víctor y respondió tímidamente: "Gracias... pero los guardias siempre me callan cuando intento cantar".
El príncipe Víctor se enfadó al escuchar esto y decidió poner fin a la injusticia. Corrió hacia el salón principal del castillo, donde estaban reunidos los guardias y su padre, el rey.
Con voz firme, exigió que liberaran a Caleb de su jaula y le permitieran cantar libremente. El rey quedó sorprendido por la determinación de su hijo y decidió darle una oportunidad a Caleb. Ordenó a los guardias que abrieran la jaula y permitieran que Caleb mostrara su talento.
Cuando Caleb salió volando de su prisión, llenó el aire con una hermosa melodía. Su canto era tan puro y lleno de emoción que todos en el castillo quedaron encantados. El príncipe Víctor sonreía feliz mientras escuchaba cada nota.
A partir de ese día, Caleb se convirtió en un invitado especial en el castillo. Todos los días, él cantaba para alegrar las tardes del príncipe Víctor y sus súbditos.
Además, comenzaron a organizar conciertos en honor al talento musical de Caleb, donde personas de todo el reino acudían para disfrutar de sus canciones. Caleb encontró un hogar lleno de amor y aceptación en el castillo.
Aprendió que nunca debemos dejar que nadie nos silencie o nos haga sentir menos por ser diferentes. La música puede romper barreras y unir corazones.
Y así fue como Caleb enseñó al mundo la importancia de ser fieles a nosotros mismos y seguir nuestros sueños, sin importar las adversidades que se nos presenten. Su canto se convirtió en un símbolo de esperanza y amor, inspirando a todos los que lo escuchaban a seguir sus pasiones y encontrar la felicidad en lo que aman hacer.
Y vivieron felices para siempre, cantando al compás de la vida.
FIN.