El Canto de los Abuelos



En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Tomás. Tomás era un niño curioso, lleno de energía y siempre le apasionaba aprender cosas nuevas. Sin embargo, había algo que nunca había hecho: cantar con su abuelo, Don Ramón, un hombre de tantos años que tenía historias y canciones que contar.

Un día, mientras jugaba en el patio de su casa, Tomás vio a su abuelo sentado en una mecedora bajo un árbol de tilo, mirando pensativo hacia el horizonte.

"Abuelo, ¿qué estás mirando?" - preguntó Tomás, acercándose a él.

"Veo el tiempo pasar, hijo. Cada día es una nueva historia que contar" - respondió Don Ramón con una sonrisa.

Intrigado, Tomás se sentó junto a su abuelo y le preguntó:

"¿Qué tipo de historias?"

"Historias de nuestra familia, de cómo luchamos, de cómo vivimos momentos felices y otros difíciles. Cada una de ellas tiene su propia canción" - dijo el abuelo con nostalgia.

Tomás frunció el ceño.

"¿Canciones? Nunca me dijiste que tenías canciones. ¡Quiero escucharlas!"

"Entonces, tienes que cantar conmigo. Cantar con amor y alegría en el corazón, así las canciones cobran vida" - propuso Don Ramón, invitándolo a participar.

Tomás, lleno de entusiasmo, dijo:

"¡Sí, hagámoslo! ¿Cuál es la primera?"

"Te enseñaré una sobre un pájaro que voló lejos de su nido" - respondió su abuelo.

Iniciaron a cantar juntos, aunque al principio Tomás no lograba atrapar todas las notas. Su abuelo sonreía y lo animaba:

"No te preocupes, hijo. La alegría en el canto trae la música".

Con cada intento, el niño se notaba más relajado, más feliz, y comprendió que no importaba si su voz era afinada o no. Lo importante era que lo hacía con amor y alegría.

Así pasaron los días, aprendiendo canciones de la naturaleza, de las estrellas y, sobre todo, de sus antepasados. Tomás se dio cuenta de que cada vez que cantaban, los recuerdos del abuelo regresaban más vívidos y las historias parecían tomar forma.

Un día, mientras estaban en la plaza del pueblo, Don Ramón le propuso una idea.

"¿Por qué no hacemos un festival en la plaza?" - sugirió.

"¿Un festival?" - preguntó Tomás.

"Sí. Invitemos a todos, y que cada abuelo cuente y cante algo de su vida" - respondió el abuelo.

Tomás, entusiasmado, corrió a buscar a sus amigos. En poco tiempo, la plaza se llenó de colores y risas. Todos estaban deseosos de escuchar esas canciones antiguas. Al caer la tarde, comenzaron a llegar abuelo y abuelas con sus nietos.

Don Ramón fue el primero en subir al pequeño escenario improvisado. Se dirigió al público:

"Hoy, aquí reunidos, queremos compartir nuestras historias y canciones. Porque en cada nota, hay amor y sabiduría".

Tomás, nervioso pero emocionado, tomó la mano de su abuelo. Juntos comenzaron a cantar una hermosa canción que hablaba de la vida, del amor y de los recuerdos. A la medida que avanzaban en la melodía, los demás abuelos se unieron, recordando sus historias. La plaza se llenó de risas, aplausos y, sobre todo, de la alegría de cantar juntos.

El día del festival fue un éxito. Los niños aprendieron unas cuantas canciones y, sobre todo, la riqueza de las historias de sus abuelos. Tomás se sintió orgulloso de su abuelo, pues había compartido valiosos momentos, llenos de amor y alegría.

"Gracias, abuelo. Nunca pensé que cantar podría ser tan divertido" - le dijo Tomás al final del festival, con una sonrisa brillante en su rostro.

"Cantar es compartir lo que llevamos dentro y recordar que la sabiduría de los mayores siempre debe ser valorada" - respondió Don Ramón, feliz de haber transmitido su legado.

Desde ese día, Tomás nunca dejó de cantar. Aprendió que la música une corazones y que cada canción cuenta una historia que nunca debe olvidarse.

Así, a través de los cantos de su abuelo, Tomás no solo descubrió la alegría de la música, sino también la importancia de escuchar y valorar a quienes han vivido antes que él. Cada nota que su voz producía era un símbolo de amor y sabiduría que pasaba de una generación a otra.

Y así, el eco del canto de los abuelos continuó resonando en el pequeño pueblo, llenando el aire de risas, recuerdos y aventuras, mientras Tomás prometía seguir compartiendo esas canciones con todos los que lo rodeaban.

FIN.

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