El canto de los abuelos
Había una vez en un pueblito llamado Melodía, donde la música y las risas llenaban el aire. Allí vivían unos niños muy alegres, encabezados por Lila, una niña de ojos brillantes y risa contagiosa. Lila tenía un sueño: quería organizar un gran festival de canciones en el parque del pueblo. Pero había un pequeño problema: nadie quería cantar en el festival. Los niños preferían jugar a otros juegos y no entendían la importancia de la música.
Un día, mientras Lila paseaba por el parque, se encontró con Don Raúl, el abuelo del barrio, que estaba sentado en una banca, tocando su guitarra con dedicación.
"¿Qué hacés, Don Raúl?" - preguntó Lila con curiosidad.
"Estoy cantando canciones de mi juventud, querida. Cantar me recuerda los buenos momentos con mis amigos.", respondió él con una sonrisa.
Lila se sentó junto a él y empezó a escuchar las historias que Don Raúl contaba. Cada plática venía acompañada de una canción:
"Esta canción me la enseñó mi abuela, decía que cada nota es un abrazo."
Las palabras de Don Raúl brillaban como estrellas. Lila comenzó a comprender que detrás de cada canción había una historia, una risa o una lágrima.
Un día, Lila tuvo una idea brillante. "¡Voy a invitar a Don Raúl al festival de canciones!" - pensó. Así que corrió a contarles a sus amigos.
"¡Chicos! Vamos a tener un festival y quiero que Don Raúl sea el principal cantante!" - gritó Lila entusiasmada.
Pero los demás niños solo se reían. "¿Por qué querríamos escuchar a un abuelo? ¡Preferimos jugar al fútbol!" - dijeron.
Desanimada, Lila volvió al parque. Don Raúl la miró y le preguntó qué pasaba.
"Mis amigos no quieren cantar en el festival. Solo les interesa jugar."
"A veces, haciendo un esfuerzo por escuchar a los mayores, encontramos tesoros muy valiosos, Lila. ¿Qué te parece si hacemos un pequeño ensayo en mi casa?" - sugirió Don Raúl con una chispa en sus ojos.
Lila pensó que era una gran idea. Así que el miércoles en la tarde, Don Raúl invitó a un par de niños más. Cuando llegaron, él les enseñó una canción que hablaba de la amistad y de los momentos compartidos.
"Esta canción es como un puente que nos acerca a lo que importa. Deben cantarla con amor y alegría."
Los chicos comenzaron a probar la melodía, aunque un poco tímidos al principio. Pero pronto se dieron cuenta de que cantar era divertido y que las historias de Don Raúl enriquecían sus vidas.
Una tarde, mientras ensayaban, Don Raúl llevó su guitarra al parque y llamó a más niños.
"¡Vengan, vengan! Estamos ensayando una canción especial. Hoy, ¡todos pueden unirse!" - les gritó, generando curiosidad.
Los niños que antes ignoraban el canto empezaron a acercarse, atraídos por la música. Uno a uno, fueron uniéndose al grupo, y el ambiente se llenó de alegría y risas. Lila sonrió al ver como todos cantaban juntos, contagiándose de la energía de Don Raúl.
Así, quedó establecido que el festival sería una celebración no solo de canciones, sino también de las historias y saberes que cada abuelo podía compartir con sus nietos y amigos.
Finalmente, llegó el día del festival. El parque se llenó de luces y risas. Lila estaba emocionada, pero un poco nerviosa también. "¿Y si a nadie le gusta lo que cantamos?" - se preguntaba.
Entonces, apareció Don Raúl en el escenario, y tomó su guitarra. "¡Bienvenidos, queridos amigos! Hoy cantaremos historias que nos unen y nos hacen recordar lo valioso que es compartir con los mayores."
Cuando empezaron a cantar, Lila sintió como si cada palabra era un abrazo. La voz de Don Raúl resonaba con amor y sabiduría, y pronto, un coro de voces infantiles se unió a él, dejando atrás cualquier miedo.
La gente del pueblo se detuvo para escuchar, y al final del primer verso, aplaudieron con entusiasmo. "¡Bravo, bravo!" - gritaron, y de a poco, otros abuelos se unieron al canto, compartiendo anécdotas, risas y mucho amor.
Lila miraba a su alrededor y se dio cuenta de que había logrado su misión: el canto había reunido a todos. "¡Lo hicimos, Don Raúl! Todos estamos cantando."
"Así es, querida. El canto no solo es una melodía; es la unión de corazones."
El festival fue un éxito rotundo y, a partir de ese día, los niños de Melodía aprendieron a cantar con amor y alegría, comprendiendo que la sabiduría de los abuelos es un tesoro que se comparte mejor a través de la música.
Desde entonces, cada vez que alguien en el pueblo escuchaba una guitarra, se unían para cantar y contar historias, llevando en sus corazones la enseñanza de que el verdadero pudo de una canción es sanar, unir y recordar.
Y así, el canto de los abuelos seguiría resonando por generaciones, en el dulce pueblito de Melodía.
FIN.