El canto de los jilgueros en la ciudad


Ale vivía en una ciudad donde el ruido era constante. El tráfico, las bocinas y la gente hablando a gritos llenaban sus oídos de sonidos estridentes desde temprano en la mañana hasta bien entrada la noche.

A pesar de todo, Ale siempre trataba de mantener una actitud positiva y alegre.

Un día, mientras caminaba hacia la escuela con su mochila al hombro, Ale se detuvo sorprendido al ver a un grupo de pájaros cantando alegremente en medio del caos urbano. Se quedó observándolos maravillado por un momento, sintiendo paz dentro de ese remolino de ruido. "¡Qué hermoso canto tienen estos pajaritos! ," exclamó Ale para sí mismo.

Siguió su camino hacia la escuela con una sonrisa en el rostro, recordando el dulce sonido de los pájaros que había escuchado. Esa melodía lo acompañó durante toda la jornada escolar, haciéndolo sentirse más tranquilo y feliz.

Al regresar a casa esa tarde, decidió investigar más sobre los pájaros y descubrió que eran jilgueros, conocidos por su canto melodioso y armonioso. Desde ese día, Ale comenzó a prestar más atención a los pequeños detalles que lo rodeaban en medio del bullicio de la ciudad.

Con el tiempo, descubrió que podía encontrar momentos de calma y serenidad incluso en el lugar más ruidoso si aprendía a enfocarse en las cosas buenas que lo rodeaban: un árbol frondoso en medio del concreto gris, una risa contagiosa entre tanta prisa, o el olor a pan recién horneado saliendo de una panadería.

"¡Mamá! ¡Papá! Hoy vi unos jilgueros cantando en medio del bullicio de la ciudad. Fue increíble," compartió emocionado con su familia durante la cena.

"Es increíble cómo podemos encontrar belleza incluso en los lugares menos esperados," respondió su mamá con una sonrisa amorosa. Así, Ale aprendió una valiosa lección: que no importa cuán ruidoso sea su entorno, siempre hay espacio para la belleza y la tranquilidad si uno está dispuesto a buscarla.

Y desde entonces, cada vez que caminaba hacia la escuela o jugaba en el parque cerca de su casa, procuraba estar atento a esos pequeños regalos cotidianos que alegraban su corazón y lo hacían sentirse vivo.

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