El canto del Sorzal en el Bosque Encantado


En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, vivía una niña llamada Luna. Luna era una niña muy curiosa y soñadora, a la que le encantaba mirar las estrellas y escuchar el canto de los pájaros al amanecer.

Una noche, mientras observaba el cielo estrellado desde su ventana, escuchó un canto melodioso que venía de lejos. - ¿Qué será ese hermoso sonido? - se preguntó Luna con curiosidad.

Intrigada por descubrir de dónde provenía esa melodía, decidió salir a investigar. Cruzó el jardín de su casa en silencio y se adentró en el bosque que rodeaba Villa Esperanza. Mientras caminaba entre los árboles, el canto se hacía cada vez más claro y hermoso.

De repente, entre los rayos de luna que se filtraban entre las ramas, Luna vio a un sorzal cantando con toda su alma.

El sorzal tenía plumas de colores brillantes y su canto era tan hermoso que parecía llenar todo el bosque de magia y alegría. - ¡Hola! - saludó Luna al sorzal con una sonrisa. El sorzal dejó de cantar sorprendido al ver a Luna allí parada frente a él.

- ¿Cómo es posible que puedas entender mi canto? - preguntó el sorzal asombrado. - Porque tengo un corazón lleno de sueños y amor por la naturaleza - respondió Luna con dulzura.

El sorzal sonrió y le dijo a Luna que su nombre era Solazul, y que había estado buscando a alguien especial que pudiera comprender su música para compartir juntos momentos mágicos en el bosque. Desde ese día, Luna y Solazul se convirtieron en grandes amigos. Juntos exploraban el bosque, descubriendo la belleza escondida en cada rincón.

Solazul enseñaba a Luna sobre las diferentes especies de aves y plantas del lugar, mientras ella compartía sus sueños e ideas creativas con él.

Un día, mientras paseaban por la orilla del río cristalino que cruzaba el bosque, escucharon un llanto desgarrador proveniente del agua. Se acercaron rápidamente y vieron a un nu atrapado entre unas rocas. Sin dudarlo ni un segundo, Luna ayudó al nu a liberarse usando ramas como palancas para mover las piedras.

El nu salió ileso gracias a la valentía y astucia de la pequeña niña. Agradecido, el nu les regaló una flor mágica capaz de hacer realidad cualquier deseo si se creía en él con todo el corazón.

Luna guardó la flor en su bolsillo pensando en cuál sería su deseo más profundo. Decidió pedirle al nu que cuidara para siempre del bosque donde vivían tantas criaturas maravillosas como Solazul o él mismo.

Y así fue como gracias al coraje, bondad e imaginación de una niña llamada Luna; junto con sus nuevos amigos del bosque lograron preservar aquel mágico lugar donde siempre reinaba la esperanza.

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