El Canto del Viento



Érase una vez un pajarito llamado Lía que vivía en un bosque vibrante y lleno de vida. Lía era una pequeña ave de color celeste, con un brillo especial en sus ojos que reflejaba su gran curiosidad por el mundo. Desde que era un pichón, su abuela, la sabia paloma Sofía, le contaba historias de cómo el amor y la música podían transformar la vida.

Una mañana, mientras Lía practicaba volar de rama en rama, escuchó una melodía suave que provenía de un arbusto cercano.

"¿Qué será ese canto tan hermoso?", se preguntó Lía, dejando que su curiosidad la guiara.

Sigilosamente, se acercó al arbusto y encontró a su amigo, el ruiseñor Tito, cantando con todo su corazón.

"¡Hola, Tito! ¿Por qué cantás con tanto fervor?", le preguntó Lía emocionada.

"Porque el canto es amor, Lía. Cuando canto, siento que todo mi ser vibra y que puedo compartir ese sentimiento con los demás", respondió Tito, haciendo piruetas en el aire.

Lía pensó en las enseñanzas de su abuela y sintió que debía encontrar su propio canto.

Decidida a aprender, Lía voló rumbo a la colina de las melodías, donde se decía que los ecos del pasado traían los cantos de los ancestros. Allí, conoció a una anciana tortuga llamada Maravilla, que también había aprendido a cantar de sus abuelos.

"¡Hola, Maravilla! Escuché que aquí se puede encontrar la música de los abuelos. ¿Podés ayudarme a encontrarla?", preguntó Lía con el plumaje brillando de emoción.

"Claro que sí, pero primero tendrás que aprender a escuchar. El canto nace del corazón, y solo aquellos que aprenden a escuchar su interior pueden componer una melodía única. ¿Estás lista para el desafío?", dijo Maravilla con una sonrisa sabia.

"¡Estoy lista!", exclamó la pajarita con valentía.

Maravilla le enseñó a Lía a volar en círculos, a sentir el viento acariciando su plumaje y a escuchar el susurro de los árboles, que le contaban historias de los tiempos pasados. Con cada clase, Lía honraba el ritmo del bosque y el amor que había en cada nota.

Un día, mientras Lía practicaba con Maravilla, una fuerte tormenta se desató. El viento soplaba con furia y los árboles se mecían peligrosamente. Lía, asustada, gritó:

"¡Maravilla! No sé si podré seguir volando así. ¡Tengo miedo!"

Pero Maravilla, con su voz calmada, le dijo:

"Solo sigue cantando, Lía. El amor y la música siempre te protegerán. Recuerda lo que te enseñaron tus abuelos. ¡Dejá que el canto sea tu guía!"

Con las palabras de Maravilla resonando en su corazón, Lía empezó a cantar, uniendo su voz con el viento. Poderosas olas de amor llenaron el aire y, como por arte de magia, la tormenta comenzó a calmarse. El canto de Lía se elevó por encima del estruendo, y la tormenta bailó al son de su música.

Cuando el cielo se despejó, todos los animales del bosque se reunieron alrededor de Lía, maravillados por su valentía.

"¡Qué hermoso canto!", exclamó Tito, aplaudiendo con sus alas.

"¡Sos nuestra heroína!", dijo un pequeño conejo que había escuchado todo desde su escondite.

Lía sonrió, sintiendo que había encontrado su voz. Ya no solo cantaba para sí misma; sus melodías ahora llevaban amor y alegría a todos los que la rodeaban.

A partir de ese día, Lía se convirtió en la guardiana de los cantos del bosque. Organizó concursos de canto donde los animales podían compartir sus melodías, y recordaban siempre la importancia de cantar con amor.

Y así, cada vez que Lía abría su pico para cantar, el bosque entero se unía en una armonía perfecta, recordando las enseñanzas de los abuelos y el poder transformador del amor a través de la música.

Lía comprendió que su historia y su canto eran parte de un gran tejido que unía a todos, como un nido donde cada pajarito puede encontrar su lugar. Y así, volando de nido en nido, se dedicó a vivir al máximo, compartiendo sus cantos de amor con todos los que encuentraba en su camino, enseñando que el verdadero poder del canto reside en el amor que llevamos dentro.

FIN.

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