El caparazón de colores
Había una vez en el hermoso bosque de Tortugalandia, una pequeña tortuga llamada Sammy. Sammy era muy especial porque tenía un caparazón colorido y brillante, pero a pesar de su belleza, se sentía triste y desanimada.
Todos los días, cuando salía a pasear por el bosque, Sammy veía a las demás tortugas jugando y divirtiéndose juntas. Pero ella siempre se quedaba apartada, sintiéndose diferente y menos valiosa que las demás.
Un día soleado, mientras caminaba cerca del río, Sammy escuchó risas provenientes de un grupo de animales que estaban nadando en el agua. Eran los patitos del bosque, quienes parecían estar pasándola genial chapoteando y jugando entre ellos.
Sammy se acercó tímidamente al grupo y les preguntó si podía unirse a ellos. Los patitos la miraron con sorpresa y uno de ellos dijo: "-Claro que sí, Sammy! Ven a jugar con nosotros.
"A medida que pasaban los días, Sammy comenzó a sentirse más segura de sí misma gracias a la amistad de los patitos. Ellos le enseñaron juegos divertidos como saltar desde una piedra al agua o competir para ver quién llegaba primero al otro lado del río.
Un día mientras exploraban el bosque juntos, encontraron una colina empinada. Todos los patitos comenzaron a subirla emocionados e invitaban a Sammy para que también lo hiciera.
Sammy dudó por un momento ya que sabía que las tortugas no eran tan rápidas como los patos para subir colinas, pero decidió intentarlo. Con cada paso que daba, Sammy se animaba más y más. Cuando finalmente llegó a la cima de la colina, los patitos estaban esperándola con una gran sonrisa en sus picos.
"-¡Lo lograste, Sammy! ¡Eres increíble!", exclamaron emocionados. Sammy sintió una alegría inmensa en su corazón. Se dio cuenta de que no importaba si era diferente o si tenía un caparazón lento, ella era especial y valiosa tal como era.
A partir de ese día, Sammy comenzó a creer en sí misma y su autoestima se fortaleció. Ya no se comparaba con los demás animales del bosque ni se sentía menos importante.
Aprendió a valorar sus propias habilidades y a disfrutar de las cosas que la hacían única. Desde entonces, Sammy se convirtió en una tortuga feliz y segura de sí misma.
Jugaba con los patitos todos los días y también hizo amigos entre las otras tortugas del bosque. La historia de Sammy nos enseña que el amor propio y la aceptación son fundamentales para ser felices.
No importa cómo seamos por fuera o qué tan diferentes nos sintamos, todos tenemos algo especial dentro de nosotros que nos hace únicos y valiosos.
FIN.