El Capibara Lector y el Kirkincho Fisgón



En el hermoso distrito de Echarati, vivía un capibara muy especial llamado Antonio. Antonio era un gran amante de los libros. Pasaba sus días explorando la selva, descubriendo nuevos textos y obras de todos los géneros. Tenía una pequeña colección de pergaminos que guardaba en jaulas adornadas con flores y hojas de colores.

Pero había un problema: un malvado kirkincho llamado Ramón no podía soportar la alegría que le daban los libros a Antonio. Ramón era un fisgón que prefería husmear por la selva en busca de travesuras y no entendía por qué Antonio pasaba tanto tiempo leyendo en lugar de jugar. Cada vez que Antonio se sumía en una nueva aventura literaria, Ramón ideaba un plan para arruinarlo.

Una mañana, mientras Antonio leía un libro sobre las estrellas, Ramón se acercó sigilosamente.

"¡Ja! Insignificante capibara, hoy voy a hacer que dejes de leer por un tiempo. ¡Eso no puede ser divertido!"

Antonio, sin distraerse mucho, simplemente sonrió y le respondió:

"¿Por qué no lo intentas, Ramón? Tal vez descubras que leer es una aventura tan grande como correr por la selva."

Ramón, que nunca había leído un libro en su vida, se enfadó aún más. Así que una idea se le ocurrió. Se coló en la jaula de los pergaminos mientras Antonio estaba distraído con su lectura y, con un rápido movimiento, se llevó todos los libros.

Al darse cuenta, Antonio expresó:

"¡Espera, Ramón! ¡Devuélveme mis libros! ¡No puedes robar los sueños de los demás!"

Pero el kirkincho solo se burló de él:

"¿Sueños? ¿De qué estás hablando? Los libros son tonterías. ¡Lo que importa es hacer ruido y jugar!"

Aunque se sentía triste por lo que había ocurrido, Antonio sabía que debía hacer algo. Entonces, con la ayuda de su amigo, el loro Lucho, que era un gran contenedor de historias, idearon un plan.

Ambos amigos se acercaron al escondite de Ramón. Lucho voló alto y comenzó a narrar una emocionante historia de un valiente guerrero que salvó a su pueblo. La voz del loro resonó entre los árboles, y poco a poco, Ramón comenzó a escuchar.

"¡Hey, eso suena interesante!" murmuró Ramón.

Antonio sonrió y dijo:

"¿Ves? Leer puede ser igual de emocionante que correr o jugar. ¡Si quieres, podemos leer juntos!"

Intrigado, Ramón se acercó.

"¿De verdad puedo escuchar más?"

"¡Claro que sí! Pero debes prometer que no volverás a robar mis libros. Puedo enseñarte a leer si quieres."

Ramón pensó por un momento y, aunque le costaba admitirlo, se dio cuenta de que había disfrutado de la historia.

"Está bien, te prometo no robar tus libros. Pero... ¿me enseñarías a leer?"

A partir de ese día, Antonio y Ramón comenzaron una nueva amistad. El capibara enseñó a Ramón a leer poco a poco. Con cada texto, el kirkincho se volvía más curioso y apasionado por las historias, comprendiendo las emociones y aventuras que susurraban las páginas.

Ramón sonrió y afirmó:

"No sabía que leer era tan hermoso. ¡Me siento en un mundo diferente!"

Antonio, feliz, respondió:

"Y lo mejor es que nunca se acaban las historias. ¡Siempre hay una nueva aventura esperando!"

Juntos, decidieron abrir una biblioteca en la selva para compartir su amor por la lectura con todos los animales del distrito de Echarati. Desde entonces, Ramón dejó de ser el malvado kirkincho, convirtiéndose en un ferviente defensor de los libros y la lectura.

Y así, Antonio y Ramón demostraron que, aunque a veces las cosas comienzan mal, con un poco de comprensión y amistad, todo puede enderezarse.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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