El Capibara y el Arcoíris de la Amistad
Había una vez un capibara llamado Carlitos, que vivía en un mundo completamente en blanco y negro. La mayoría de sus compañeros eran muy felices así, pero Carlitos tenía un secreto: ¡le encantaban los colores!
Un día, mientras caminaba por la selva, Carlitos soñaba con un mundo lleno de colores vibrantes. "Me encantaría ver un cielo azul y flores rojas", pensaba mientras observaba el gris de su entorno.
Sin embargo, cada vez que Carlitos se atrevía a mencionar su deseo, los otros animales se burlaban de él. "¡Qué bobo! ¿Para qué querés colores si todo está perfecto así?", le decían los monos. "Los colores son para los débiles", gritaban las ardillas.
Carlitos se sentía solo y triste. Decidió alejarse del grupo, sintiendo que debía esconder su amor por los colores. Se pasaba horas buscando formas de alegrar su mundo gris. Un día, mientras exploraba una parte de la selva más alejada, encontró un objeto curioso: una caja de pinturas olvidada.
"¡No puedo creerlo!", exclamó Carlitos con los ojos brillando. Empezó a pintar el tronco de un árbol con su color favorito, el verde. Pero, apenas terminó, los otros animales lo vieron.
"¡Mirá a Carlitos! Se volvió loco con los colores", se reían las aves. "¿Quién quiere un mundo de colores?", agregó un jabalí sarcástico. Carlitos sintió que su corazón se rompía un poquito más.
Pasaron los días, y Carlitos se sentía cada vez más solitario. Pero un buen día, mientras pintaba en su escondite, un nuevo animal se acercó: era un pequeño pajarito llamado Pipo.
"¿Qué estás haciendo?", preguntó Pipo curioso.
"Nada, sólo... pintando", murmuró Carlitos, avergonzado.
"¡Eso es genial! ¿Me dejas probar?", pidió Pipo emocionado.
Carlitos sonrió por primera vez en mucho tiempo y decidió compartir su pintura. Juntos, comenzaron a llenar el entorno de colores.
"Mirá! ¡Se ve increíble!", exclamó Pipo, volando de un lado a otro.
Poco a poco, otros animales comenzaron a acercarse, intrigados por el bullicio.
"¿Qué es todo ese alboroto?", preguntó un tigre. Al ver el árbol pintado, los animales no pudieron evitar admirar la belleza.
"¿Puedo unirme?", preguntó la tortuga. "Me encanta cómo se ve todo", agregó un ciervo.
Así, Carlitos se dio cuenta de que su pasión por los colores podía unir a todos. Juntos, transformaron su mundo en un paisaje lleno de vida y alegría.
"¿Ves? ¡Los colores son geniales!", le dijo Pipo. Carlitos sonrió con orgullo, ya no se sentía solo. Aprendió que la tolerancia es importante y que ser diferente es lo que nos hace especiales.
Desde ese día, el mundo blanco y negro de Carlitos se llenó de colores y risas. Los animales aprendieron a aceptar y celebrar las diferencias, y Carlitos se convirtió en el líder de un arcoíris de amistad. Y así, todos vivieron felices entre colores y risas, recordando que lo que los hace únicos es, precisamente, lo que los une.
Y cada vez que alguien le preguntaba a Carlitos por qué le gustaban los colores, él sonreía y decía: "Porque los colores traen alegría, y juntos somos más fuertes y felices!"
FIN.