El caracol cansado
Había una vez en un hermoso jardín, un caracol llamado Manolito. Manolito era un caracol tranquilo y amable que siempre llevaba su casa a cuestas.
Sin embargo, un día, Manolito se sentía particularmente cansado de arrastrar su caparazón por todas partes. - '¡Ay, qué agotador es llevar mi casa a cuestas!', se quejaba Manolito mientras se detenía a descansar. En ese momento, apareció la mariposa Micaela, quien notó la tristeza de Manolito y decidió ayudarlo.
- '¿Qué te sucede, Manolito? Pareces muy cansado', preguntó Micaela con amabilidad. Entonces, Manolito le explicó su pesar y Micaela, con una sonrisa en las alas, le propuso una idea.
- 'Tal vez podrías buscar un lugar especial para descansar y dejar tu casa por un rato. Así no tendrás que cargar con ella todo el tiempo', sugirió Micaela. Intrigado por la propuesta, Manolito decidió emprender un viaje en busca de ese lugar especial.
Durante su travesía, conoció a varios insectos del jardín, quienes lo alentaron y le dieron consejos para encontrar el lugar perfecto. Finalmente, después de muchos días de búsqueda, Manolito encontró un tranquilo rincón del jardín, donde decidió dejar su casa y descansar.
Se sentía libre y ligero, y podía moverse con facilidad. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que algo faltaba. Extrañaba su hogar sobre su espalda.
Decidió volver por su caparazón y, para su sorpresa, descubrió que su casa le brindaba seguridad y comodidad, además de protegerlo de posibles peligros. Agradecido por haber descubierto el valor de su caparazón, Manolito regresó a llevarlo con orgullo, aunque ahora admiraba su resistencia y utilidad.
Desde entonces, Manolito aprendió a apreciar su casa como un tesoro, y nunca más se quejó de llevarla a cuestas. Micaela se convirtió en su fiel amiga, y juntos disfrutaban de paseos por el jardín, compartiendo sus aventuras y aprendizajes.
FIN.