El Caracol y el Mundo Subterráneo



Había una vez un pequeño caracol llamado Rulo, que vivía en un hermoso jardín lleno de flores de colores brillantes y árboles frutales. Rulo era curioso y aventurero, siempre soñando con descubrir cosas nuevas. Un día, mientras exploraba un rincón del jardín, accidentalmente cayó en un pozo muy profundo del que no podía salir.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! —gritó Rulo, mientras intentaba deslizarse por las paredes del pozo sin éxito.

Pero su llamado fue en vano y, después de un largo rato de intentar escalar, Rulo decidió rendirse. Doblando su pequeño cuerpo, se sentó en el fondo. Luego se dio cuenta de que el pozo era sorprendentemente interesante. Aunque las paredes estaban cubiertas de barro, varias raíces de árboles se asomaban, y sobre todo, una suave luz dorada iluminaba la oscura profundidad.

—¿Qué será eso? —se preguntó Rulo intrigado.

Con su curiosidad al máximo, comenzó a rastrear las raíces y a seguir la luz. A medida que se acercaba, descubrió que la luz provenía de un pequeño agujero en la pared del pozo. Sin pensarlo dos veces, se arrastró hacia ahí.

Al atravesar el agujero, siguió deslizándose y, de repente, se encontró en un mundo subterráneo maravilloso. Era un lugar lleno de minerales brillantes, ríos de cristal y plantas de colores sorprendentes.

—¡Qué lugar tan increíble! —exclamó Rulo, maravillándose ante todo lo que veía.

De pronto, se encontró con un grupo de criaturas amigables, un grupo de hormigas que estaban trabajando en la construcción de caminos de tierra.

—Hola, caracol. ¿De dónde vienes? —preguntó una de las hormigas.

—De un jardín, pero caí en este pozo —respondió Rulo, un poco asustado.

—No te preocupes. Estar aquí es un regalo. ¡Hacemos muchas cosas divertidas! Puedes ayudarnos a construir un nuevo túnel. —dijo otra hormiga sonriente.

Rulo, emocionado, aceptó la invitación y comenzó a ayudar a las hormigas. Durante días, trabajó entre risas y canciones, aprendiendo sobre la importancia del trabajo en equipo y la amistad.

Pero todo no era divertido. Un día, mientras excavaban un túnel, comenzaron a escuchar un retumbar en la tierra. Las hormigas se miraron preocupadas.

—¿Qué está pasando? —preguntó Rulo, angustiado.

—Parece que hay un derrumbe. ¡Debemos salir de aquí! —dijo una hormiga, mientras todos empezaron a correr.

Rulo sabía que tenía que usar su astucia. Enseguida pensó en un plan.

—Si hacemos una cadena humana usando nuestras patas, podremos estabilizar la tierra y dejar que los demás salgan primero. —sugirió Rulo.

—¡Eres muy ingenioso! —respondió una hormiga.

Y así lo hicieron. Con gran esfuerzo, lograron estabilizar la tierra, permitiendo que todas las hormigas escaparan a la superficie. Cuando todo se calmó, Rulo se sintió orgulloso de haber ayudado a sus nuevos amigos.

—Gracias, Rulo, eres un verdadero héroe. —dijo la hormiga jefa.

—Quizás no seré muy rápido, pero siempre uso mi cabeza. —respondió Rulo, sonriendo.

Al poco tiempo, Rulo supo que era hora de regresar a casa. Se despidió de sus amigos y volvió al pozo. Él sabía que, aunque había sido una aventura loca y desconocida, había aprendido lecciones sobre la amistad, el trabajo en equipo y el valor de cada pequeño ser.

Al salir del pozo, Rulo miró hacia el jardín que siempre había conocido. Sabía que aunque estaba de regreso en casa, ahora tenía un mundo entero por descubrir, tanto en la superficie como en las profundidades.

Y así, el aventurero caracol nunca dejó de explorar, siempre dispuesto a lo que la vida le tenía reservado. Con sus amigos en el corazón y la sabiduría de un subterráneo, Rulo sabía que el mundo estaba lleno de sorpresas.

FIN.

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