El Carnaval de los Abuelitos



Cami era una joven muy inquieta y generosa. Un día, mientras hacía su voluntariado en un hogar de abuelitos, se dio cuenta de que había un pequeño problema: una gotera que caía despacito en la sala de actividades.

"¡Uy! ¡Esto hay que solucionarlo!" - exclamó Cami observando el charquito que se formaba en el suelo.

"Sí, pero no hay plata para arreglarlo..." - contestó José, uno de los abuelitos que siempre contaba historias fascinantes.

Cami pensó que no podía dejar que ese detalle arruinara el día de los abuelitos. Entonces, se le ocurrió una brillante idea.

"¿Y si hacemos un Carnaval?" - propuso con entusiasmo.

Los abuelos la miraron con sorpresa.

"¿Un Carnaval?" - preguntó Marta, con sus ojos brillantes de emoción.

"Sí, podemos invitar a toda la comunidad, vender refrescos, y con lo que recaudemos, arreglamos la gotera y mejoramos el hogar" - explicó Cami.

Los abuelitos comenzaron a murmurar entre ellos, y poco a poco, se fue creando un ambiente de alegría.

"¡Yo puedo hacer empanadas!" - dijo Don Carlos, que era un excelente cocinero.

"Yo realizaré mis famosas tortas de zanahoria!" - agregó Paula, mientras sonreía.

Cami, llena de energía, se puso en marcha. Agarró su teléfono y llamó a su Club LEO y luego a su distrito.

"¡Hola! Soy Cami del Club LEO. Estamos organizando un Carnaval para recaudar fondos. ¿Podrían ayudarnos?" - pidió entusiasmada.

Al otro lado de la línea, su amiga Valentina respondió:

"¡Súper! Vamos a juntar a otros clubes amigos para que se sumen. ¡Esto va a ser genial!"

Y así, los días pasaban, y el Carnaval empezó a tomar forma. El hogar se llenó de risas, colores y muchas manos dispuestas a colaborar.

Finalmente llegó el gran día. El lugar estaba decorado con globos, serpentinas y una gran pancarta que decía: "Carnaval de la Alegría". Todos estaban muy emocionados.

"¡Miren cuánta gente ha venido!" - exclamó Cami, mientras observaba a todos disfrutar de las actividades.

Había juegos, bailes, y la música sonaba en cada rincón. Los abuelitos estaban felices, rodeados de jóvenes que habían venido a disfrutar del Carnaval.

De repente, en medio de la celebración, se escuchó un estruendo. Todos se dieron vuelta y vieron cómo un globo gigante decorativo que había sido atado se desató y voló por los aires, llevándose consigo unos cintas de colores.

"¡No! ¡El globo!" - gritó un niño pequeño mientras lo seguía con la mirada.

Cami, sin pensarlo dos veces, corrió tras el globo.

"¡Yo lo atraparé!" - gritó mientras saltaba y corría entre los festejos.

En su camino, vio a un grupo de abuelos que estaban apartados, un poco tristes porque no sabían cómo participar.

"¡Vengan! ¡Ayúdenme!" - dijo Cami a los abuelitos.

"¿Cómo podemos ayudarte, querida?" - preguntó Marta, preocupada.

"¡Vamos a formar un equipo para atrapar el globo!" - les explicó. Y se unieron a la aventura, riendo y saltando mientras corrían tras el globo que volaba alto.

Finalmente, después de varios intentos, Cami y los abuelitos lograron atrapar el globo justo cuando estaba a punto de enredarse en unos árboles.

"¡Lo hicimos!" - celebraron todos juntos, gritando de alegría.

Cami miró a los abuelitos con una gran sonrisa.

"Gracias por ayudarme a atraparlo. Sin ustedes, no lo habría logrado."

Al final del día, con el dinero recaudado y la gotera reparada, Cami entendió que el Carnaval no solo había sido un evento para juntar fondos, sino también una hermosa oportunidad para unir a generaciones, para reír juntos y disfrutar de la vida.

"Esto fue más que un Carnaval, ¡fue un gran abrazo entre todos nosotros!" - murmuró Cami mientras se sentaba con los abuelitos a compartir unas empanadas.

Con el corazón lleno de alegría, Cami prometió que harían del Carnaval una tradición cada año, porque había descubrimiento en cada risa y en cada historia que comparten juntos, recordando que la verdadera felicidad se encuentra en los lazos que creamos.

FIN.

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