El Carrito de Nicolás
Había una vez un niño llamado Nicolás que vivía en un pequeño barrio de una ciudad argentina. Nicolás era muy pobre y no tenía muchas cosas para jugar, pero siempre soñaba con tener un carrito rojo, brillante y veloz, con el que pudiera correr en el patio de su casa.
Un día, mientras paseaba por la calle, la emoción de su sueño lo hacía sonreír. Sin embargo, mientras cruzaba la vereda, tropezó con una piedra y cayó de rodillas al suelo. Se levantó con un poco de polvo en la ropa y un raspón en la rodilla, justo cuando un niño llamado Lucas, que era muy rico, se acercó.
"¡Eh! ¿Estás bien?" - preguntó Lucas, mirándolo con curiosidad.
"Sí, estoy bien, gracias" - respondió Nicolás, tratando de ignorar el ardor de su rodilla.
"Pero, ¿qué te pasó? Parecías tan distraído, como si estuvieras volando" - dijo Lucas con una sonrisa.
Nicolás, aunque un poco avergonzado, no pudo evitar compartir su sueño.
"La verdad es que seguía pensando en un carrito que quiero tener para jugar..." - confesó.
"¿Un carrito? Pero si yo tengo mil juguetes, ¿y nunca jugás con ellos?" - preguntó Lucas, sorprendido.
"No, no son míos..." - dijo Nicolás, mirando al suelo.
"Entonces... ¿por qué no vienes a mi casa a jugar?" - sugirió Lucas de repente.
Así, Nicolás y Lucas se hicieron amigos rápidamente. Cada día, después de la escuela, Nicolás iba a la mansión de Lucas. Allí había un montón de juguetes, pero siempre había un carrito que Lucas no usaba. Nicolás lo miraba con ojos de envidia, pero también sentía que era injusto pedirle a Lucas que le prestara su carrito.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Lucas estaba molesto porque a sus padres no les gustaba que jugara afuera porque podía romper algo.
"A veces creo que la libertad de jugar no se mide con lo que tenemos. Se mide con la felicidad que sentimos cuando jugamos" - dijo Nicolás reflexionando.
"Tenés razón... pero no puedo hacer nada" - respondió Lucas, sintiéndose atrapado.
Nicolás, con una chispa en los ojos, tuvo una idea brillante.
"¿Y si construimos un carrito juntos? Podríamos usar materiales reciclados que encontremos" - sugirió entusiasmado.
"¡Eso es genial!" - exclamó Lucas, olvidando su preocupación.
Al día siguiente, los dos amigos se pusieron a buscar en el desecho de la casa de Lucas. Encontraron cajas de cartón, ruedas viejas y algo de pintura. Pasaron horas en el jardín trabajando juntos, riendo y hablando sobre sus sueños. Al final del día, habían creado el carrito más divertido y creativo que cualquiera pudiera imaginar.
El carrito era grande y colorido, lleno de dibujos que ellos mismos habían hecho. Ambos estaban tan orgullosos de su creación. Pero ahí no terminó la aventura: decidieron llevar el carrito al barrio de Nicolás, donde sus amigos también querían jugar.
"Vamos a compartirlo, ¡tengo un montón de amigos que estarán felices!" - dijo Nicolás emocionado.
El día que llevaron el carrito al barrio fue inolvidable. Todos los chicos se unieron para jugar, empujando el carrito y creando nuevas aventuras. Lucas se dio cuenta de que la felicidad no solo se trataba de tener cosas, sino de compartir momentos y disfrutar junto a los amigos.
"Nunca pensé que jugar con otros sería tan divertido" - dijo Lucas mientras se reía.
"¡Y todo comenzó con un sueño!" - contestó Nicolás.
Desde ese día, Nicolás y Lucas no solo compartieron un carrito, sino que también crearon un lazo de amistad que no conocía de clases sociales. Nicolás enseñó a Lucas el valor de la creatividad y la generosidad, mientras que Lucas le enseñó a Nicolás que, aunque algunas cosas parecieran inalcanzables, con esfuerzo y trabajo en equipo, podían hacerse realidad.
Y así, los dos amigos vivieron muchas aventuras, siempre recordando que la verdadera riqueza se encuentra en los momentos compartidos y en la amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.