El Castillo de Arena de Alanna
Un soleado día de verano, Alanna, una niña de siete años, llegó a la playa con su familia. Estaba muy emocionada porque le encantaba jugar con arena y construir castillos.
- ¡Mamá, mira, ya quiero empezar a construir mi castillo! -gritó Alanna mientras corría hacia la orilla del mar.
Su mamá sonrió y la siguió, llevando una sombrilla y una heladerita.
Alanna y su papá comenzaron a juntar arena, mientras su mamá les traía cubos y palas. Alanna decidió que hoy iba a hacer el castillo más grande y hermoso que jamás había construido.
-, ¿qué tal si hacemos un concurso de castillos? -sugirió su papá con una sonrisa traviesa.
- ¡Sí! ¡Eso suena divertido! -gritó Alanna con entusiasmo.
Entonces, comenzaron a trabajar. Alanna hizo torres altas, un puente, y decoró el castillo con conchitas y algas que encontraba en la orilla. Estaba muy orgullosa de su obra.
De repente, un grupo de niños se acercó y vieron el hermoso castillo de Alanna.
- ¡Wow, qué lindo castillo! -exclamó una niña de cabellera rizada.
- ¿Puedo ayudarte? -preguntó otra niña, que llevaba una pala azul.
Alanna dudó un momento, pero luego sonrió.
- ¡Claro! ¡Cuantos más seamos, mejor! -respondió.
Así, empezó a trabajar en equipo, sumando ideas y materiales para hacer el castillo aún más grande. Sin embargo, cuando comenzaron a construir una torre más alta, el viento sopló con fuerza y el castillo empezó a tambalearse.
- ¡Oh no, se va a caer! -gritó Alanna. Pero antes de que pudiera hacer algo, una ola llegó y arrasó con todo su castillo.
- ¡No! -lloró Alanna, viendo cómo su creación desaparecía.
Los niños la miraron preocupados.
- No te pongas triste, Alanna. ¡Podemos volver a hacerlo! -dijo la niña de la maravilla rizada.
Alanna sabía que tenía razón, pero olfateó triste. En ese momento, su papá se acercó y la abrazó.
- A veces, las cosas no salen como uno espera, y eso está bien. Pero lo importante es levantarse y seguir adelante. ¿Qué tal si hacemos un nuevo castillo? -sugirió él.
Alanna miró a los niños que la rodeaban y sintió que la tristeza se empezaba a ir.
- Sí, vamos a hacer uno aún más grande y hermoso. ¡Los invito a todos! -dijo emocionada.
Así, todos juntos, empezaron de nuevo. Alanna se sintió feliz de tener amigos, aunque sean nuevos, y de que todos pusieran manos a la obra. Cada uno tenía su tarea: algunos traían más agua, otros hacían la arena más compacta y algunos decoraban con muchas conchitas.
Al final, el nuevo castillo era enorme y colorido. Tenía torres que alcanzaban las nubes y un foso lleno de agua que lo rodeaba.
- ¡Miren qué hermoso quedó! -gritó Alanna, sintiéndose orgullosa de su trabajo en equipo.
Los niños aplaudieron mientras el sol empezaba a ocultarse. Alanna entendió que, aunque su primer castillo se había desmoronado, había aprendido que lo más importante no era solo construir, sino disfrutar y compartir con los demás.
- ¡Gracias por ayudarme, chicos! -dijo Alanna, sonriendo y sintiendo que había ganado algo mucho mejor que un concurso: amigos.
Y así, entre risas y juegos, Alanna descubrió que cada día es una nueva oportunidad para construir, disfrutar y aprender.
FIN.