El castillo de arena de las tres amigas


Había una vez en el barrio de Trastevere, en la hermosa ciudad de Roma, tres amigas muy especiales: Sofía, Valentina y Martina.

Las tres eran inseparables y les encantaba recorrer juntas las calles empedradas de su barrio, llenas de coloridos edificios y deliciosos aromas que salían de las trattorias. Un día, mientras paseaban por la plaza principal, vieron a un grupo de niños construyendo un enorme castillo de arena.

Sofía dijo emocionada:- ¡Qué divertido se ve! ¿No les gustaría intentar construir nuestro propio castillo? Valentina y Martina asintieron con entusiasmo y rápidamente se pusieron manos a la obra. Juntas empezaron a moldear la arena con sus manos, creando torres altas y murallas imponentes.

Estaban tan concentradas en su tarea que no se dieron cuenta de que un perro travieso se acercaba corriendo hacia su castillo. Cuando finalmente levantaron la vista, vieron al perro saltando sobre su obra maestra, destrozándola por completo.

- ¡Ay no! ¡Nuestro castillo! -exclamó Martina con tristeza. Pero en ese momento, una anciana señora que observaba la escena se acercó a ellas con una sonrisa comprensiva. - No se preocupen queridas -dijo-, los castillos pueden ser reconstruidos.

Solo necesitan un poco más de trabajo duro y creatividad. Las tres amigas asintieron animadamente y decidieron poner manos a la obra nuevamente.

Esta vez idearon un plan para reforzar las paredes del castillo e incluso añadieron detalles decorativos con almejas marinas que encontraron cerca. Después de varias horas de arduo trabajo en equipo, el nuevo castillo estaba listo y era aún más impresionante que el anterior. Las tres amigas estaban radiantes de felicidad al ver su creación terminada.

- ¡Es perfecto! -exclamó Valentina emocionada. Justo en ese momento, los niños del grupo vecino vinieron corriendo hacia ellas para admirar su castillo. - ¡Wow! ¡Qué genial les quedó! ¿Podemos ayudarles a cuidarlo? -preguntaron los niños emocionados.

Sofía, Valentina y Martina sonrieron ampliamente ante la propuesta y aceptaron encantadas. Juntos pasaron horas jugando alrededor del castillo, compartiendo risas y formando nuevas amistades.

Y así, las tres amigas aprendieron una valiosa lección: que trabajar juntas ante los desafíos puede llevar a resultados increíbles; que cada obstáculo es una oportunidad para crecer; y que la verdadera magia reside en la fuerza del compañerismo y la creatividad compartida. Y así continuaron disfrutando juntas muchas aventuras más en Trastevere.

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