El Castillo de Bautista
Era una hermosa mañana de verano, y el sol brillaba con intensidad sobre la playa. Bautista, un niño de ocho años, corría emocionado junto a su familia, listo para construir el castillo de arena más grande y espectacular que jamás habían visto.
"¡Mamá, papá!" - gritó Bautista, señalando el vasto mar azul. "¡Voy a hacer un castillo enorme!"
Su madre sonrió y le dio una pala. Su padre se unió a la diversión, y juntos comenzaron a cavar y amontonar arena. Bautista estaba decidido a hacer un castillo digno de un rey, con torres altas y una puerta imponente.
Mientras trabajaban, la familia se reía y charlaba, creando la mejor de las atmósferas.n"Mirá, papá, esta torre es más alta que yo" - dijo Bautista, orgulloso de su creación.
Pero de repente, mientras Bautista añadía el último toque a su castillo, una ola del mar se acercó sigilosamente y, ¡plash! La ola llenó el castillo de espuma.
"¡No!" - gritó Bautista, los ojos desbordantes de incredulidad. "¡Todo mi trabajo!"
El castillo, que antes lucía tan espléndido, ahora se desmoronaba, y Bautista sintió que todo su esfuerzo se iba por el desagüe.
Su madre lo miró y le acarició la cabeza, tratando de consolarlo.
"A veces, las cosas no salen como uno espera, pero esto no significa que debas rendirte, hijo. Cada gran castillo necesita ser reconstruido."
Bautista se secó las lágrimas y pensó en lo que había dicho su mamá. A pesar de la tristeza, la idea de volver a empezar comenzó a tomar forma en su mente. "¿Puedo construir otro?" - preguntó Bautista, un poco inseguro.
"Por supuesto" - respondió su padre con una sonrisa. "Solo necesitas un poco más de arena y mucha imaginación."
Y así, con la ayuda de su familia, Bautista empezó de nuevo. Pero esta vez, decidió hacer algo diferente: un castillo con un foso de agua. Con palas, cubos, y su renovada pasión, trabajaron para crear un nuevo diseño, lleno de detalles que nunca había pensado en su primer castillo.
Al cabo de un rato, el nuevo castillo era aún más impresionante que el anterior. Aunque parecía un desafío, construirlo había resultado divertido y cooperativo. Llenaron el foso con agua e hicieron caminos de arena que lo rodeaban.
"¡Mirá, papá! Ahora tengo un castillo con un foso de agua" - decía Bautista, brillando de felicidad.
La familia admiraba el nuevo castillo; incluso algunos niños se les acercaron.
"¡Wow! Este castillo es genial!" - exclamó un pequeño.
Bautista sonrió, sintiéndose orgulloso y feliz de haber vuelto a construir algo con más esfuerzo y creatividad. La ola que había arruinado su primer castillo se convirtió en una fuente de aprendizaje.
"Gracias, ola. Me enseñaste que a veces hay que volver a empezar" - murmuró Bautista con una sonrisa, mirando el mar.
Al final del día, cuando el sol se ponía en el horizonte, Bautista y su familia igualaron las olas con la risa. Descubrieron que lo que verdaderamente importa no es solo el resultado, sino cómo se disfruta el proceso de crear algo nuevo, una y otra vez.
FIN.