El castillo de Beto


Había una vez un niño llamado Beto que vivía en un pueblito cerca del mar. Desde que era muy chiquito, a Beto le encantaba ir a la playa.

Pasaba horas jugando en la arena, construyendo castillos y saltando las olas. Un día, Beto decidió participar en un concurso de castillos de arena que se iba a realizar en la playa. Estaba muy emocionado y pasó días planeando cómo sería su castillo perfecto.

Se levantaba temprano todas las mañanas para practicar y perfeccionar su técnica. El día del concurso finalmente llegó y Beto estaba listo con su pala y su cubeta.

Había muchos otros niños participando, pero él estaba decidido a hacer el mejor castillo de todos. Mientras trabajaba en su creación, escuchó a algunos niños burlándose de él. "¡Mira ese chico! ¿Cree que puede ganar con ese castillo tan feo?" -se reían los otros niños.

Beto sintió un nudo en la garganta, pero decidió no rendirse. Siguió concentrado en su trabajo, poniendo todo su esfuerzo y creatividad en cada detalle de su castillo. Al finalizar el tiempo estipulado, los jueces recorrieron la playa admirando cada construcción.

Cuando llegaron al castillo de Beto, quedaron sorprendidos por lo hermoso y detallado que era. Los otros niños se quedaron mudos al verlo. "¡Este es sin duda el mejor castillo que hemos visto hoy!" -exclamó uno de los jueces.

Beto sonrió radiante al escuchar esas palabras. Había demostrado que con esfuerzo y dedicación, podía lograr grandes cosas. Ganó el primer premio del concurso y todos los presentes aplaudieron emocionados.

Desde ese día, Beto se convirtió en toda una leyenda en el pueblo costero. Siempre recordaban aquel increíble castillo de arena que había construido con tanto amor y pasión.

Y así, entre risas y juegos bajo el sol brillante, Beto siguió disfrutando de sus días felices en la playa, donde siempre encontraba inspiración para nuevos retos y aventuras por descubrir.

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