El castillo de emociones



Había una vez un niño llamado José Pedro, quien asistía al kinder junto a sus compañeros de clase. José Pedro era un niño muy especial, ya que tenía síndrome de down.

Aunque era muy cariñoso y siempre tenía una sonrisa en su rostro, a veces le costaba controlar sus emociones cuando jugaba con sus amigos. Un día, durante el recreo, José Pedro estaba jugando en el patio con sus compañeros.

Estaban construyendo un castillo de arena cuando uno de los niños accidentalmente derribó la torre que había hecho José Pedro. Esto hizo que él se sintiera triste y frustrado. José Pedro comenzó a gritar y llorar, sin poder controlar su enojo.

Sus amigos no sabían cómo ayudarlo y algunos incluso se alejaron por temor a hacerle daño sin querer. La maestra del kinder, la señorita Laura, observó lo que estaba sucediendo y decidió intervenir.

La señorita Laura se acercó a José Pedro con calma y le dijo: "José Pedro, entiendo que te sientas mal porque tu castillo se derrumbó. Pero recuerda que todos cometemos errores y podemos empezar de nuevo".

José Pedro miró a la señorita Laura con lágrimas en los ojos y respondió: "-Pero yo quiero mi castillo otra vez".

La señorita Laura sonrió amablemente y le ofreció ayuda: "-¿Qué tal si trabajamos juntos para construir otro castillo aún más grande?"José Pedro dejó escapar una pequeña sonrisa mientras asentía con la cabeza. Juntos, comenzaron a construir un nuevo castillo de arena. La señorita Laura le explicaba paso a paso cómo hacerlo y José Pedro seguía sus instrucciones con entusiasmo.

Mientras construían, los compañeros de clase de José Pedro se acercaron lentamente para ver lo que estaban haciendo. Al ver el nuevo castillo tomando forma, se dieron cuenta de que podían ayudar también.

Uno de los niños dijo: "-¡Vamos! ¡Traigamos más cubos y palas para hacerlo aún mejor!"Otro niño agregó: "-Yo puedo buscar almejas marinas para decorarlo". Poco a poco, todos los niños comenzaron a colaborar en la construcción del castillo. Trabajaban juntos, compartiendo ideas y riendo mientras disfrutaban del juego.

Cuando finalmente terminaron, miraron orgullosos su creación. Era un castillo hermoso y gigante, mucho más impresionante que el anterior. Todos aplaudieron emocionados por lo que habían logrado juntos. José Pedro estaba radiante de felicidad.

Había aprendido una valiosa lección sobre cómo controlar sus emociones y trabajar en equipo. Se dio cuenta de que no importaba si algo salía mal, siempre había una oportunidad para empezar de nuevo y lograr cosas increíbles junto con sus amigos.

Desde ese día en adelante, José Pedro siguió practicando la autoregulación emocional y aprendió a expresarse adecuadamente cuando se sentía frustrado o triste. Sus compañeros también aprendieron a ser más comprensivos y solidarios con él.

Y así, José Pedro demostró al mundo que tener síndrome de down no era un obstáculo para ser feliz ni tampoco para formar parte activa en la vida de sus amigos y compañeros. Juntos, aprendieron que la amistad y el trabajo en equipo eran mucho más fuertes que cualquier dificultad.

Fin.

FIN.

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