El Castillo de la Amistad
Anacleto estaba muy emocionado, pues por fin llegaron las vacaciones de verano y su mamá lo llevaría a la playa. Mientras hacían las maletas, Anacleto no podía dejar de pensar en todas las aventuras que iba a vivir.
- Mamá, ¿podemos construir un castillo de arena gigante en la playa? -preguntó Anacleto entusiasmado. - ¡Claro que sí, mi amor! Además, podríamos hacer una competencia para ver quién hace el mejor castillo -respondió su mamá con una sonrisa.
Cuando llegaron a la playa, se encontraron con Sara Susana Báez, una niña muy simpática que estaba construyendo un barco de arena. Anacleto se acercó a ella y comenzaron a jugar juntos. - ¡Hola! Me llamo Anacleto.
¿Quieres ayudarme a hacer un castillo gigante? - ¡Sí! Me encantaría ayudarte -respondió Sara Susana Báez emocionada. Juntos trabajaron durante horas en su castillo gigante mientras disfrutaban del sol y del mar.
De repente, una ola enorme llegó y arrasó con todo lo que habían construido. Los niños quedaron desanimados al ver su trabajo arruinado por completo. - No importa chicos -dijo la mamá de Anacleto-.
A veces las cosas no salen como uno espera pero eso no significa que debamos rendirnos. Podemos volverlo a intentar otra vez. Así fue como los tres amigos decidieron darle otra oportunidad al castillo gigante. Esta vez trabajaron más duro y tuvieron más cuidado para evitar que las olas lo destruyeran.
Y al final, lo lograron: su castillo gigante estaba más hermoso que nunca. - ¡Lo hicimos! -exclamó Sara Susana Báez con una gran sonrisa en su rostro.
Anacleto y su mamá se sintieron muy orgullosos de haber superado el desafío y aprender una valiosa lección sobre la perseverancia y la amistad. Juntos disfrutaron del resto de sus vacaciones construyendo más castillos, explorando la playa y creando recuerdos inolvidables.
FIN.