El castillo de la imaginación


Había una vez un grupo de niños que vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Todos los días, después de la escuela, se reunían en el parque para jugar y divertirse juntos.

Un día, mientras jugaban a la pelota, uno de los niños propuso hacer algo diferente. "¿Qué tal si construimos nuestro propio castillo?", dijo emocionado. Los demás niños se miraron entre sí con curiosidad y luego asintieron emocionados.

Así que comenzaron a buscar ramas secas y piedras para construir su castillo imaginario. Cada niño tenía ideas diferentes sobre cómo debía ser el castillo: uno quería una torre alta, otro quería un puente levadizo y otro quería una gran sala del trono.

Pero todos estaban de acuerdo en que debía ser lo suficientemente grande para caber todos adentro. Después de varios días trabajando juntos, finalmente lograron construir su castillo soñado.

Era impresionante: tenía torres altas, muros gruesos y hasta un foso con agua (en realidad era solo un charco). Los niños pasaban horas jugando en su castillo imaginario cada día. Se disfrazaban como reyes y reinas, princesas y caballeros valientes; inventaban historias épicas llenas de aventuras fantásticas.

Pero pronto descubrieron que no todo era diversión cuando algunos chicos mayores comenzaron a burlarse de ellos por jugar a juegos infantiles. Los niños quedaron muy tristes al principio, pero luego decidieron demostrarles que podían ser creativos e ingeniosos incluso en sus juegos infantiles.

Así que planearon una gran sorpresa para los chicos mayores. Construyeron un enorme dragón de papel maché y lo colocaron en el centro del parque, justo frente a donde los chicos mayores solían reunirse.

Cuando los chicos mayores vieron el dragón, quedaron impresionados. "¿Cómo hicieron eso?", preguntó uno de ellos. Los niños explicaron cómo habían trabajado juntos para construirlo y les invitaron a unirse a su juego.

Los chicos mayores aceptaron y se divirtieron jugando con los niños más pequeños. Desde entonces, todos los niños del pueblo se reunían en el parque para jugar juntos sin importar la edad.

Aprendieron que la creatividad y la imaginación no tienen límites y que siempre hay algo nuevo por descubrir en cada juego. Y así fue como el castillo imaginario llevó alegría, diversión y amistad a todo el pueblo durante muchos años más.

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