El Castillo de las Princesas y el Río Fantasma
Había una vez, en un reino lejano llamado Paraíso, un hermoso castillo donde vivían tres princesas: Sofía, Valentina y Lucía. Cada una de ellas tenía un don especial: Sofía podía hablar con los animales, Valentina tenía el poder de hacer crecer flores de colores brillantes y Lucía podía crear melodías que hacían bailar a las mariposas.
Un día, mientras jugaban en el jardín del castillo, un misterioso río apareció de la nada, rodeando el castillo. El agua era cristalina, pero de repente, comenzó a llevarse todas las flores que Valentina había cultivado. Las tres princesas se miraron preocupadas.
"¿Qué está pasando?" - preguntó Sofía, mientras un grupo de pájaros volaba bajo, intentando salvar algunas de las flores que caían al agua.
"¡No lo sé!" - exclamó Valentina, apretando los puños. "He trabajado tanto para que florezcan... ¡Debemos hacer algo!"
"Vamos a investigar de dónde viene este río" - propuso Lucía, animada por la música del agua que parecía contar una historia.
Las princesas decidieron seguir el curso del río. Atravesaron bosques, prados y colinas, hablando con cada criatura que encontraban en el camino.
"¿Alguien ha visto de dónde viene este río?" - preguntó Sofía a un grupo de conejos saltando alrededor.
"Sí, hace unos días, un árbol mágico se cayó y comenzó a brotar agua desde su interior" - respondió uno de los conejos con voz temblorosa.
Con esta información, las princesas se dirigieron al lugar donde el árbol había caído. Al llegar, notaron que el tronco estaba roto, pero todavía parecía tener vida.
"¿Y si tratamos de hablar con el árbol?" - sugirió Lucía. "Quizás nos pueda ayudar."
Las tres princesas se acercaron y colocaron sus manos sobre el tronco.
"¡Árbol sabio, por favor, ¿qué ha pasado?" - gritó Sofía a toda voz.
Para su sorpresa, el árbol comenzó a temblar y una tenue voz resonó. "Queridas princesas, mi agua es la esencia de la vida del reino. Con el tiempo, me he vuelto viejo y he olvidado cómo controlar el flujo. Si quieren que mis aguas regresen y no lleven nada más, deben ayudarme a recordar."
Valentina, con una idea en mente, dijo. "Si hacemos que florezcan más flores alrededor de tu tronco, quizás eso despierte tu memoria."
Sofía, Valentina y Lucía se pusieron manos a la obra. Sofía pidió ayuda a sus amigos del bosque, Valentina sembró semillas a su alrededor y Lucía cantó melodías alegres que atraerían la vida al lugar. Días después, flores de todos los colores emergieron del suelo y el aire se llenó de risa y música.
El árbol comenzó a brillar, y, de repente, habló con más claridad. "¡Recuerdo! ¡Recuerdo! Estuve tan centrado en mi tristeza que dejé de compartir mi agua con el reino. No puedo vivir sólo de mí; el agua debe fluir hacia donde se necesita, nunca para llevarse lo que es bello."
Las princesas escucharon atentamente y, juntas, le pidieron que les enseñara a usar el río de manera correcta.
"¡Sí! ¡Queremos ayudar!" - exclamaron al unísono.
El árbol sonrió y, con su sabiduría renovada, reveló un antiguo secreto: "Juntas, construirán un sistema de canales que lleve el agua hacia los campos y jardines del reino, donde crezca la vida. Serán las guardianas del agua y la belleza."
Con amor y dedicación, Sofía, Valentina y Lucía trabajaron junto al árbol. Crearon un hermoso canal que pavimentó el camino del agua, asegurándose de que cada florescencia se regara adecuadamente. Con el tiempo, lograron dividir el río para que el agua no sólo fluyera hacia el castillo, sino que enriqueciera todo el reino.
Cuando el trabajo terminó, el árbol renació vigoroso. "Gracias, mis queridas princesas. Gracias por recordar lo importante que es trabajar juntas y cuidar de nuestro hogar."
Y así, el agua fluyó feliz, llevando vida a todos los rincones del reino. Las princesas comprendieron que compartir y cuidar del ambiente era vital para mantener la belleza del Paraíso. Desde aquel día, fueron conocidas como las Guardianas del Agua, y su amistad se fortaleció más que nunca, siempre recordando que, juntos, podían superar cualquier desafío.
Y así, aprendieron que cada situación difícil tiene una solución cuando se trabaja en equipo y se cuida uno del otro. El Paraíso brilló más que nunca, recordando a todos que, a veces, el verdadero tesoro no es lo que se tiene, sino lo que se comparte.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.