El Castillo de las Sombras
Era una noche oscura en la lejana aldea de Villaverde. Los candelabros de la taberna chisporroteaban mientras los aldeanos contaban historias de un antiguo castillo en lo alto de la colina, un lugar temido por todos, conocido como el Castillo de las Sombras. Se decía que criaturas misteriosas y ruidos aterradores habitaban en aquellos muros.
Un día, un grupo de tres amigos aventureros, Ana, Felipe y Luis, decidieron que era hora de desmentir los rumores y conocer la verdad.
"No hay nada que temer, ¡solo son historias!" - dijo Ana, con su característico espíritu valiente.
"Tienes razón, vamos a demostrarles que son sólo cuentos!" - respondió Felipe, aprovechando la oportunidad para ser el héroe del grupo.
"¿Y si hay un dragón?" - preguntó Luis, un poco nervioso.
"¡Bah! Solo son sombras. Vamos a divertirnos un rato!" - le contestó Ana, dándole una palmadita en la espalda.
Los tres amigos comenzaron su aventura al caer la tarde, armados con linternas y una gran dosis de valentía. Al llegar al pie de la colina, observaron cómo el Castillo de las Sombras se alzaba imponente contra la luna llena.
"Ahí está..." - murmuró Felipe.
"¡Vamos!" - dijo Ana, tomando la iniciativa.
Cuando llegaron a la puerta del castillo, esta se abrió de forma misteriosa.
"Esto me parece raro..." - dijo Luis, retrocediendo un paso.
"No hay vuelta atrás, ¡adentro!" - exclamó Ana, entusiasmada.
Mientras exploraban, los amigos comenzaron a escuchar ruidos extraños: una risa burlona, el sonido de pasos y susurros.
"¿Escucharon eso?" - preguntó Luis, con los ojos bien abiertos.
"Solo son ecos. ¡Sigamos adelante!" - lo animó Ana.
En el gran salón, una figura oscura apareció frente a ellos. Era un anciano, con una larga barba blanca y una mirada sabia.
"¿Qué hacen aquí, pequeños intrusos?" - preguntó el anciano con voz profunda.
"Venimos a descubrir la verdad sobre este castillo!" - exclamó Felipe, tratando de ocultar su miedo.
El anciano sonrió, y con un movimiento de su mano, hizo que las sombras del castillo cobraran vida.
"Las sombras son solo mis amigos, y yo guardo un secreto: este castillo está lleno de cuentos y aventuras, no de terror. Vamos a jugar juntos en una competencia de historias. ¿Se atreven?"
Ana, Felipe y Luis se miraron, emocionados.
"¡Por supuesto!" - respondieron al unísono.
El anciano les explicó que tendrían que contar su historia más aterradora, y quien no asustara al otro, tendría que compartir su mayor temor.
Ana fue la primera y habló de monstruos que se escondían debajo de la cama. Cada uno compartió su historia, sumando risa y valentía. Al final, el anciano aplaudió.
"No hay nada que temer si enfrentan sus miedos. Las sombras pueden ser divertidas si les dan una oportunidad."
Luis sonrió por primera vez.
"Así que no hay dragones en este castillo, ¡solo un anciano sabio y amigos!" - dijo, sintiéndose más seguro.
"Exacto, a veces lo que parece aterrador es solo un malentendido. Recuerden, siempre enfrenten sus miedos con valentía y quizás descubran lo divertido que puede ser lo desconocido. ¡Ahora, vuelvan a casa con nuevas historias!"
Con una nueva lección aprendida, los tres amigos salieron del castillo, riendo a carcajadas y contando historias sobre su aventura. Desde ese día, no solo dejaron de temer a las sombras, sino que también se hicieron buenos narradores.
Y así, el Castillo de las Sombras dejó de ser un lugar de miedo para convertirse en el escenario de las más emocionantes y divertidas historias.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.