El Castillo de los Colores



Había una vez, en un valle encantado, un castillo mágico que cambiaba de colores dependiendo de las emociones de quienes lo visitaban. Este castillo se llamaba "El Castillo de los Colores". Sus torres eran de un brillante azul en momentos de alegría, se convertían en un suave rosa cuando alguien sentía amor, y en un intenso rojo si había tristeza en el aire.

Un día, una niña llamada Lila decidió aventurarse hacia el castillo. Era una niña curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

"¡Mamá, voy a explorar el castillo!" - dijo Lila emocionada.

"¡Ten cuidado, querida!" - respondió su madre mientras la veía salir.

Lila caminó por el sendero cubierto de flores que la llevaba al castillo. Cuando llegó, notó que sus puertas eran de un dorado brillante, como si estuvieran invitándola a entrar. Al empujar la puerta, se encontró con un gran vestíbulo lleno de luz.

De pronto, un pequeño hada llamada Brush apareció volando a su alrededor.

"¡Hola! Soy Brush, el hada de los colores. ¿Te gustaría saber cómo funciona este castillo?" - preguntó el hada.

"¡Sí!" - respondió Lila, brillando de curiosidad.

Brush llevó a Lila a la primera sala, donde vio un arcoíris danzante en las paredes.

"Aquí es donde las emociones se convierten en colores. Cuando las personas están felices, el castillo brilla de azul, como ahora" - explicó Brush.

Lila miró a su alrededor y notó que la sala parecía más brillante cuando ella sonreía.

"¡Es mágico!" - exclamó Lila, sintiendo una burbuja de felicidad dentro de ella.

Sin embargo, cuando llegaron a la siguiente sala, el ambiente cambió drásticamente. Las paredes se tornaron de un gris opaco y el aire se sintió pesado.

"Oh, no..." - murmuró Brush. "Esta sala representa la tristeza. Aquí, los colores se apagan cuando las personas se entristecen." - dijo el hada, muy seria.

"¿Hay algo que podamos hacer para ayudar?" - preguntó Lila, con preocupación.

"Claro, cariño. Podemos recordar momentos felices y compartir nuestras emociones. Si logramos hacer que una persona aquí sonría, los colores volverán a brillar" - respondió Brush.

Lila se sentó en el suelo y comenzó a recordar algunos de los momentos más felices que había vivido. Habló sobre sus cumpleaños, las risas con sus amigos, y las vacaciones en la playa. Poco a poco, la sala comenzó a brillar de nuevo, primero con un suave azul y luego transformándose en colores vibrantes.

"¡Lo hicimos!" - gritó Lila, llena de alegría.

Brush aplaudió y dijo,

"Eso es lo que el castillo necesita: compartir y recordar. Es importante no solo sentirse bien, sino también ayudar a los demás a sentirse bien."

Después de recorrer varias salas, Lila y Brush llegaron a la sala final, donde había un gran espejo.

"Este espejo refleja no solo las apariencias, sino también lo que sentimos por dentro" - explicó Brush.

Lila se miró en el espejo y vio un brillo especial en su rostro.

"Me siento fuerte y feliz, sé que puedo ayudar a otros también" - dijo Lila con determinación.

Brush sonrió, "Eso es muy importante, Lila. Recuerda que tus sentimientos también pueden hacer felices a los demás. La bondad y el amor son colores que siempre brillan más fuerte cuando los compartimos."

Al finalizar su visita, Lila se despidió del hada y prometió volver. Al salir del castillo, pudo ver cómo el cielo se llenaba de colores vibrantes, como si el castillo estuviera agradecido por su visita.

Desde ese día, Lila se convirtió en embajadora de la felicidad en su pueblo. Siempre recordaba lo que había aprendido en el Castillo de los Colores, y con pequeñas acciones y palabras amables, hacía que su mundo se llenara de alegría y colores cada vez más intensos. Todos la querían y se unía al reto de transformar la tristeza en luz.

Y así, Lila demostró que, aunque el mundo a veces puede parecer gris, con amor y bondad, siempre se puede encontrar el camino hacia un arcoíris.

FIN.

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