El Castillo de los Cuentos Olvidados



En un hermoso valle, había un antiguo castillo rodeado de sombras y leyendas. Los chicos del pueblo sabían que debían evitar acercarse, porque se decía que allí habitaba una bruja llamada Griseldis, que siempre estaba triste y lloraba al recordar su pasado. Cuentan que hacía años fue una gran cuentacuentos, pero un hechizo la convirtió en bruja y la aisló. Un día, un grupo de amigos: Lía, Tomás y Lucas, decideron aventurarse hacia el castillo, intrigados por las historias que habían escuchado.

-Lía: “¿Creen que sea verdad lo que dicen sobre Griseldis? ”

-Tomás: “Nunca lo sabremos si no vamos a comprobarlo.”

Cuando llegaron al castillo, se encontraron con grandes puertas de madera, chirriantes y cubiertas de enredaderas. Con valentía, empujaron la puerta y entraron.

Dentro, el castillo estaba lleno de polvo y telarañas. De repente, escucharon un llanto que resonaba en las paredes.

-Lucas: “¿Escucharon eso? ¡Hay alguien aquí! ”

Lía asintió, y juntos siguieron el sonido del llanto hasta una habitación brillante, donde encontraron a Griseldis, la bruja, sentada en una silla oscura. Tenía los ojos llenos de tristeza y su largo cabello gris se deslizaba por sus hombros.

-Griseldis: “¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué han venido a este lugar olvidado? ”

-Lía: “Escuchamos historias sobre un castillo embrujado y queríamos conocerte. Nos dijeron que eras una gran cuentacuentos.”

-Griseldis: “Eso era antes. Ahora sólo soy una sombra de lo que fui.”

Los chicos se miraron entre sí, llenos de empatía.

-Tomás: “Todos tienen una historia que contar, incluso tú. ¿Por qué no compartes tus cuentos con nosotros? ”

-Griseldis: “Mis cuentos están llenos de tristeza y no me gustaría que los oyeran.”

-Lucas: “Pero nosotros queremos escucharlos. Quizás sean tan hermosos que devuelvan la luz a este castillo.”

Finalmente, la bruja accedió, y comenzó a contar historias de héroes y aventuras, de criaturas fantásticas y paisajes lejanos. Con cada cuento, el castillo se iluminaba más, y un destello de alegría brotaba de Griseldis.

-Pasaron los días contando historias, y la tristeza de la bruja fue desvaneciéndose. Un día, durante un cuento sobre un pequeño demonio que solo quería amigos, Griseldis se detuvo.

-Griseldis: “Creo que he estado mirando los recuerdos de forma equivocada. No deben ser una carga, sino un puente hacia nuevas aventuras.”

Los niños sonrieron, entendiendo que la nostalgia podía transformarse en algo bello. Se dieron cuenta de que la tristeza no tenía que ser eterna y que siempre había espacio para la alegría.

-Así, tomaron la decisión de ayudar a Griseldis a mostrar al mundo su talento.

-Lía: “¿Por qué no hacemos una gran fiesta en el pueblo y tú cuentas tus historias? ”

-Griseldis: “No sé si la gente querrá escuchar a una bruja.”

-Tomás: “Claro que sí, eres única y especial. Nos gustaría mostrarte que no estás sola.”

Con determinación, los amigos organizaron una fiesta, y al llegar el día, el pueblo estaba expectante. Griseldis, nerviosa, se paró frente a todos.

-Lucas: “¡Vamos, Griseldis, sé que puedes! ”

Con una respiración profunda, comenzó a contar sus historias, cada una más bella que la anterior. La gente quedó maravillada, riendo y llorando con cada palabra. La tristeza en el corazón de Griseldis se desvaneció, y ella brillaba como nunca antes.

Al final de la noche, recibió una ovación que resonó en cada rincón del castillo, y la bruja se dio cuenta de que su magia nunca se había perdido, solo había estado esperando ser redescubierta.

-Terminado el evento, Griseldis miró a los niños y les dijo:

-Griseldis: “Gracias por recordarme quién soy. Ustedes son los verdaderos héroes de esta historia.”

Los chicos sonrieron, sabiendo que habían hecho más que liberar a una bruja. Habían ayudado a un alma a encontrar su luz dorada nuevamente, y así, el Castillo de los Cuentos Olvidados se convirtió en un lugar de alegría.

Desde entonces, cada semana, los niños visitaban a Griseldis, y juntos crearon un club de cuentacuentos, donde todos en el pueblo eran bienvenidos a compartir su propia mágica historia.

Y así, el castillo que una vez estuvo cubierto por el llanto, floreció con risas y cuentos, convirtiéndose en un lugar donde siempre había un nuevo relato por descubrir.

FIN.

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