El castillo del amor


Había una vez una niña llamada Felicidad que vivía en una pequeña casa en el campo. A pesar de tener un nombre tan alegre, la vida de Felicidad no era del todo feliz.

Su casa estaba muy vieja y deteriorada, y ella soñaba con tener un lugar más bonito donde vivir. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Felicidad encontró una varita mágica brillante.

Sin pensarlo dos veces, la agarró y dijo: "¡Varita mágica, haz realidad mi deseo! Quiero tener la casa más hermosa del mundo". En ese mismo instante, la varita comenzó a brillar intensamente y emitió un destello dorado.

Cuando Felicidad volvió a mirar hacia su casa, se llevó una gran sorpresa. Su modesta casita había sido transformada en un castillo reluciente con torres altas y jardines llenos de flores coloridas. Felicidad no podía creer lo que veían sus ojos.

Corrió emocionada hacia su nueva morada y entró saltando de alegría. Dentro del castillo encontró habitaciones amplias y lujosas decoradas con muebles elegantes. "- ¡Esto es increíble!", exclamó Felicidad maravillada.

Mientras exploraba cada rincón del castillo, se percató de algo extraño: no había nadie allí excepto ella misma. "- ¿Dónde están los demás?", se preguntaba confundida. Decidiendo investigar más a fondo, Felicidad salió al jardín trasero donde encontró un pozo misterioso.

Se asomó y escuchó una voz suave que decía: "Felicidad, la verdadera felicidad no se encuentra en las cosas materiales, sino en las personas que amamos y en los momentos compartidos". Felicidad entendió el mensaje y salió corriendo del castillo para volver a su antigua casa.

Al llegar, encontró a sus padres preocupados buscándola. "- ¡Felicidad! ¡Dónde has estado? Estábamos muy preocupados", exclamaron sus padres al verla. "- Mamá, papá, aprendí una gran lección hoy", dijo Felicidad emocionada.

"La verdadera felicidad no está en tener cosas bonitas, sino en estar con ustedes y compartir momentos juntos". Sus padres sonrieron y la abrazaron con fuerza. Juntos comprendieron que lo más valioso era el amor y la compañía de la familia.

A partir de ese día, Felicidad valoraba cada momento pasado junto a sus seres queridos. Aunque su casa seguía siendo modesta, ahora estaba llena de risas y alegría.

Desde entonces, Felicidad entendió que la felicidad no se encontraba en un lugar o pertenencia material, sino dentro de uno mismo y en los vínculos afectivos con las personas que amamos. Y así vivieron felices para siempre, disfrutando cada instante como si fuera mágico.

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