El Castillo del Capibara



Había una vez, en un rincón secreto de la selva, un capibara llamado Capi que soñaba con algo muy especial: tener su propio castillo. Aunque vivía feliz entre amigos, disfrutando de los frescos ríos y los pastos verdes, Capi sentía que su vida podía ser un poco más emocionante.

Un día, mientras paseaba por la selva, Capi se encontró con su amiga la tortuga llamada Tula.

"Hola, Capi, ¿qué te tiene tan pensativo?" - preguntó Tula.

"Hola, Tula. Estoy soñando con un castillo donde pueda invitar a todos mis amigos y hacer grandes fiestas. ¡Imaginate!" - respondió Capi emocionado.

"¿Y por qué no lo construís?" - sugirió Tula.

"No sé, no tengo suficientes materiales ni un plan..." - contestó Capi, algo desanimado.

Esa noche, bajo la luz de la luna, Capi decidió que lo intentaría. Al día siguiente, se reunió con sus amigos: el mono Juanchi, la rana Rina y el loro Loro.

"Che, amigos, quiero construir mi propio castillo. ¿Me ayudan?" - pidió Capi.

Juanchi, siempre lleno de energía, dijo:

"¡Por supuesto! ¡Vamos a hacer el mejor castillo de la selva!"

Rina, entusiasmada, agregó:

"Podríamos usar ramas y hojas. ¡Sería muy divertido!"

Loro, que era un poco escéptico, dijo:

"Pero, ¿y si no se ve como un castillo?"

Capi, con una sonrisa en su rostro, respondió:

"No importa. Lo importante es que trabajemos juntos. Cada uno puede aportar su talento."

Así fue como comenzaron a construir el castillo. Juanchi trepaba a los árboles para conseguir ramas largas, Rina recogía hojas grandes para el techo, y Tula, aunque era lenta, podía ayudar con mucho entusiasmo. Capi, mientras tanto, se ocupaba de dibujar un plano en la tierra.

Después de unos días de trabajo, el castillo empezó a tomar forma. Todo era alegría y risas. Sin embargo, en medio del proceso, se presentó un problema. Una fuerte tormenta azotó la selva, y el castillo que habían construido se dañó.

"¡Oh no! Todo lo que hicimos…" - exclamó Capi, preocupado.

"No te preocupes, Capi, aún podemos arreglarlo. ¡Vamos a hacerlo de nuevo!" - animó Tula.

Con esa frase, Capi comprendió que un castillo era solo un refugio, lo que realmente importaba era la amistad.

Decidieron comenzar de nuevo, pero esta vez aprendieron del error. Se aseguraron de que el nuevo castillo fuera más resistente. Juanchi trajo piedras, Rina se enfocó en hacer un buen techo, Tula ayudó a reforzar las paredes y Loro se encargó de decorar con flores coloridas.

Finalmente, tras mucho esfuerzo, lograron construir un castillo que les encantó.

"¡Miren, amigos! ¡Lo logramos!" - gritó Capi, lleno de felicidad.

"¡Es hermoso!" - dijo Juanchi, mientras hacía una pirueta.

Capi decidió hacer una gran fiesta para celebrar. Invitó a todos los animales de la selva. Todos se divirtieron bailando, cantando y disfrutando de la comida que había traído cada uno.

Mientras compartían risas y historias, Capi se dio cuenta de que el castillo no solo era un lugar físico, sino un espacio donde se celebraba la amistad y el trabajo en equipo.

Y así, en el Castillo del Capibara, Capi y sus amigos aprendieron que lo más importante no era el castillo en sí, sino los momentos vividos juntos. A partir de ese día, el castillo se convirtió en el lugar donde siempre se reunían para compartir aventuras y sueños, porque en la vida, lo más valioso es tener amigos con quienes compartir las alegrías.

Y así, el capibara Capi pudo a construir no solo un castillo, sino también recuerdos inolvidables.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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