El Castillo Encantado y Sara la Princesa



Había una vez, en un reino lejano, un castillo encantado donde vivía la Princesa Sara. La princesa no solo era bella, sino también muy curiosa y valiente. Su castillo estaba rodeado de un mágico bosque lleno de criaturas extraordinarias. Cada día, después de terminar sus tareas reales, Sara exploraba el bosque con su fiel amigo, un pequeño dragón llamado Fuego.

-Un día, mientras caminaban, Sara escuchó un susurro en el aire.-

-¿Fuego, escuchaste eso? - preguntó Sara, con los ojos bien abiertos.

-¡Sí! Suena como un llamado! - respondió Fuego, moviendo sus alas emocionado.

Los dos decidieron seguir la voz y, tras atravesar un sendero cubierto de flores brillantes, llegaron a un claro donde encontraron a una anciana dama vestida de rojo.

-¿Quién eres, señora? - preguntó Sara, acercándose con cautela.

-Soy la Guardiana del Bosque. He estado esperando a alguien valiente como tú, Princesa Sara. Necesito tu ayuda.- La anciana sonrió con una calidez que iluminó su rostro.

-¿Ayudar a qué? - inquirió Sara, con intriga.

-Mi magia ha sido robada por un malvado hechicero que vive en la montaña. Sin ella, el bosque y sus criaturas están en peligro.- dijo la anciana, un poco triste.

Sara sintió una chispa de determinación en su corazón. -¡Fuego, debemos ayudarla! - exclamó.

-¡Sí, Sara! Pero, ¿cómo lo haremos? - preguntó Fuego, un poco nervioso.

-Podemos buscar ayuda de los animales del bosque. Ellos conocen el camino hacia la montaña.- dijo Sara con confianza.

Así que, junto a los animales del bosque, se dirigieron hacia la montaña. Por el camino, se encontraron con un grupo de conejos, que estaban aterrados por la sombra del hechicero.

-¿Por qué están tan asustados? - preguntó Sara.

-El hechicero nos quita nuestras zanahorias mágicas y nos obliga a trabajar sin parar.- respondió un conejo, temeroso.

-No debemos dejar que eso continúe. ¡Unámonos! La valiente Princesa Sara y su amigo Fuego van a ayudar.- exclamó Fuego con coraje, alentando a los conejos.

Con un plan en mente, Sara y Fuego buscaron la manera de distraer al hechicero. Al llegar a la montaña, encontraron su cueva. Los conejos comenzaron a hacer mucho ruido afuera, mientras Sara y Fuego se escabullían adentro.

-Debemos encontrar la magia antes de que él llegue.- susurró Sara, mirando alrededor.

Finalmente, encontraron un cofre lleno de luces brillantes. -¡Es la magia! - gritó Sara, sosteniendo el cofre con cuidado. Pero en ese momento, el hechicero apareció.

-¡Alto! ¿Quién se atreve a robar mi magia? - rugió el hechicero, con voz temible.

-¡Nosotros no robamos! ¡Venimos a devolver la paz al bosque! - replicó Sara, con valentía.

-¿Y qué harás para detenerme? - rió el hechicero.

-¡Les enseñaremos a respetar y cuidar la magia que hay en la naturaleza! Si lo intentas, no solo perderás tu poder, sino también la oportunidad de ser mejor.- dijo Fuego, volando alrededor del hechicero para distraerlo.

-¡Ja! Me temo que no necesitaré a nadie para ser más poderoso.- se burló el hechicero, pero poco a poco, sintió que la inseguridad comenzaba a invadirlo.

En ese instante, las criaturas del bosque y los conejos se acercaron, formando un círculo alrededor del hechicero. Sara, sintiéndose más fuerte con sus amigos a su lado, continuó hablando. -La magia no pertenece a nadie, es parte de todos. Si la compartís, todos se beneficiarán.-

El hechicero se detuvo, observando a la multitud. Algo comenzó a cambiar en su corazón, la necesidad de poder se desvanecía y le dio un paso atrás.

-¿Es verdad? - preguntó, confundido.

-¡Sí! Por favor, únete a nosotros. Juntos, podemos hacer del bosque un lugar mejor.- dijo Fuego, volando en círculos alrededor del hechicero.

Después de un largo momento de reflexión, el hechicero, con lágrimas en los ojos, decidió soltar la magia. -Está bien. La devolveré. No estoy feliz siendo el villano.-

Así, con la magia devuelta, el hechicero mostró un nuevo lado suyo y se unió a ellos en la protección del bosque. Todos celebraron, agradeciendo a Sara y Fuego por su valentía. Desde aquel día, el bosque floreció más que nunca, y el hechicero se convirtió en el amigo de todos, cuidando de las criaturas y aprendiendo a poner por encima el bienestar que el poder.

-Gracias, Princesa Sara.- dijo la anciana, mientras el cielo se iluminaba con colores vibrantes. -Tu valentía y bondad han cambiado no solo a un hechicero, sino todo el bosque.

Sara sonrió, feliz de saber que la amistad y la valentía pueden transformar incluso al corazón más endurecido. Y así, cada día, continuó cuidando su reino y el mágico bosque lleno de aventuras.

FIN.

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