El castillo mágico de los monstruos
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, tres hermanitos llamados Cata Clara y Juan. Eran inseparables y les encantaba jugar a ser monstruos.
Cada tarde, se reunían en el jardín para divertirse y dejar volar su imaginación. Un día soleado, mientras jugaban a los monstruos, Cata tuvo una idea emocionante. "¡Chicos! ¿Y si construimos nuestro propio castillo de monstruos?", exclamó entusiasmada.
Juan miró a su hermana con ojos brillantes y dijo: "¡Eso suena genial! Podríamos usar cajas de cartón y pintarlas como si fueran murallas". Cata asintió emocionada y agregó: "Y podríamos hacer máscaras espeluznantes para convertirnos en verdaderos monstruos". Los tres hermanitos comenzaron a recolectar cajas de cartón por todo el vecindario.
Con la ayuda de sus padres, cortaron las cajas en forma de murallas altas y anchas. Luego, sacaron sus pinturas y pinceles para darle vida al castillo.
Mientras pintaban las murallas con colores vibrantes y oscuros, Cata notó algo extraño en el patio trasero del vecino. "-¿Qué será eso?" preguntó curiosa. Clara se acercó para ver mejor y exclamó sorprendida: "-¡Es un viejo baúl abandonado!". Los tres hermanitos corrieron hacia el baúl con emoción.
Al abrirlo cuidadosamente, encontraron una colección increíble de disfraces terroríficos. "¡Esto es perfecto!", gritó Juan emocionado. "Podremos convertirnos en monstruos aún más aterradores con estos disfraces".
Cata, Clara y Juan se pusieron los disfraces y corrieron hacia su castillo de monstruos. Una vez allí, empezaron a jugar como nunca antes lo habían hecho. Saltaban sobre las murallas, rugían y perseguían a los demás por el patio.
Pero justo cuando estaban en medio de la diversión, un ruido extraño vino del interior del castillo. Los tres hermanitos miraron asustados mientras la puerta del castillo se abría lentamente. "-¿Qué es eso?", preguntó Clara temblando. Juan intentó ser valiente y dijo: "-No sé, pero vamos a averiguarlo".
Con cautela, los tres entraron al castillo oscuro y misterioso. A medida que avanzaban por los pasillos estrechos, escuchaban susurros fantasmales y risas tenebrosas. Finalmente, llegaron a una sala llena de luces parpadeantes y música escalofriante.
"-¡Es una fiesta de monstruos!", exclamó Cata sorprendida. Resulta que todos los vecinos del pueblo se habían enterado del castillo de monstruos que los hermanitos habían construido e invitaron a todos para celebrar juntos.
Los hermanitos se quitaron las máscaras para revelar sus rostros sonrientes y se unieron a la fiesta con entusiasmo. Bailaron con otros niños disfrazados de vampiros, brujas y fantasmas hasta altas horas de la noche.
Al finalizar la fiesta, Cata Clara y Juan regresaron al castillo de monstruos y se quedaron dormidos entre risas y sueños de aventuras. A partir de ese día, el castillo de monstruos se convirtió en un lugar mágico donde los hermanitos y sus amigos podían dejar volar su imaginación.
Juntos, aprendieron que no importa cuánto te disfraces o qué aspecto tengas, lo importante es divertirse y compartir momentos especiales con las personas que amas.
Y así, Cata Clara y Juan vivieron muchas más aventuras como monstruos, siempre recordando la lección que habían aprendido: ser auténticos y aprovechar cada momento para crear recuerdos inolvidables.
FIN.