El cazador, el cerdo y el pollito




Había una vez en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad, una niña llamada Lucía y su madre vivían en una humilde casita. En el patio trasero tenían un cerdito llamado Pancho y un pollito llamado Carmencita. Todos los días, Lucía cuidaba y jugaba con sus amigos animales, quienes eran muy felices en su compañía.

Un día, un cazador feo y gruñón merodeaba por el bosque cercano al pueblo. Había estado buscando presas para cazar y llevar a su casa para comer. Al ver el cerdito Pancho y el pollito Carmencita en el patio de Lucía, decidió que serían su próxima comida. Así que, con su malvada intención, acechó a los inocentes animalitos, esperando el momento oportuno para atraparlos.

Una tarde, cuando Lucía estaba dentro de su casa ayudando a su madre, el cazador se acercó sigilosamente al patio. Pancho y Carmencita, desprevenidos, estaban disfrutando del sol y picoteando maíz. De repente, el cazador los capturó y los encerró en una jaula. Los pobres animalitos no entendían qué estaba sucediendo, estaban asustados y tristes.

Al regresar al patio y darse cuenta de la desaparición de sus queridos amigos, Lucía entró en pánico. Llorando, corrió a contarle a su madre lo que había sucedido. Estaban desconsoladas y no sabían qué hacer para salvar a Pancho y Carmencita.

Decidieron emprender una valiente búsqueda para encontrar a los inocentes animales. Recorrieron el bosque, preguntaron a los vecinos, miraron en todos los rincones del pueblo, pero no lograron dar con el paradero del cazador y sus indefensas presas. Estaban a punto de rendirse cuando escucharon unos ruidos provenientes de una cabaña abandonada en las afueras del pueblo.

Sigilosamente se acercaron y vieron al cazador preparando una olla gigante y encendiendo el fuego. Horrorizadas, comprendieron que él planeaba cocinar a Pancho y Carmencita. La valentía y la determinación se apoderaron de Lucía y su madre. Decidieron actuar rápidamente para salvar a sus amigos.

Con astucia, lograron distraer al cazador y rescatar a Pancho y Carmencita de la jaula. Corrieron tan rápido como pudieron de regreso a la seguridad de su hogar. Una vez allí, prometieron cuidar y proteger a sus amigos animales más que nunca.

Desde ese día, Lucía y su madre entendieron la importancia de la amistad, el valor de la valentía y la necesidad de proteger a los seres indefensos. Pancho y Carmencita siguieron viviendo felices en el patio de Lucía, quienes junto a su madre, no solo los cuidaban, sino que también les daban mucho amor. El cazador feo y gruñón, nunca más se atrevió a acercarse al pueblo. Y así, la amistad y el coraje vencieron al peligro y la maldad.

FIN.

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