El celular mágico de Martín



Había una vez un niño llamado Martín, quien siempre había sido muy curioso y aventurero. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, encontró un viejo celular abandonado entre las flores.

Martín lo recogió y decidió llevárselo a su habitación para investigarlo. Al llegar a su cuarto, Martín se dio cuenta de que el celular estaba encendido y tenía una extraña pantalla que mostraba solo números y letras sin sentido.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió: el celular comenzó a vibrar y emitir una luz brillante. Martín se quedó asombrado al ver cómo la pantalla del celular se transformaba en un rostro sonriente. Era Dios hablándole a través del dispositivo.

- ¡Hola Martín! -dijo Dios con voz amigable-. He decidido comunicarme contigo para enseñarte algunas lecciones importantes sobre la vida. Martín no podía creer lo que estaba escuchando, pero decidió seguirle el juego al misterioso interlocutor. - Hola Dios -respondió con emoción-.

¿Qué quieres enseñarme? Dios le explicó a Martín que cada número y letra en la pantalla representaba una situación o desafío por el cual todos los niños pasaban en algún momento de sus vidas.

El objetivo era resolverlos correctamente para aprender valiosas lecciones. Martín emocionado aceptó el desafío e ingresó los números y letras solicitados por Dios en la pantalla del celular. Al hacerlo, fue transportado mágicamente a diferentes lugares donde debía enfrentar distintas pruebas.

En su primera prueba, Martín se encontró atrapado en un laberinto oscuro. Debía encontrar la salida antes de que se agotara el tiempo. Con paciencia y astucia, Martín logró salir del laberinto aprendiendo que nunca debía rendirse ante los obstáculos.

En su segunda prueba, Martín se encontró en un bosque encantado donde todos los árboles parecían iguales. Dios le pidió que encontrara el árbol especial que tenía el poder de conceder deseos.

Martín recordó una lección anterior y comprendió que no debía juzgar a las cosas por su apariencia. Después de buscar detenidamente, encontró el árbol correcto y pudo pedir un deseo. A medida que avanzaba en las pruebas, Martín se enfrentaba a situaciones cada vez más difíciles.

Desde ayudar a un animalito perdido hasta resolver problemas matemáticos complicados, todo era una oportunidad para aprender algo nuevo. Finalmente, después de superar todas las pruebas, Martín regresó a su habitación con el celular en la mano.

Miró fijamente la pantalla y vio cómo se transformaba nuevamente en números y letras sin sentido. - ¡Gracias Dios! -gritó emocionado-. Aprendí muchas cosas hoy gracias a ti. El celular dejó de vibrar y la luz brillante desapareció lentamente.

Sin embargo, Martín sabía que siempre llevaría consigo las valiosas lecciones aprendidas durante esa aventura mágica. Desde ese día, Martín comenzó a ver el mundo con nuevos ojos.

Ya no temía enfrentarse a desafíos porque sabía que detrás de ellos siempre había una enseñanza importante esperándolo. Y así fue como Martín descubrió que el aprendizaje puede venir de las formas más inesperadas, incluso a través de un viejo celular abandonado en su jardín.

FIN.

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