El cerro de las lágrimas



Había una vez en un pintoresco pueblo argentino, una mujer llamada Marta y su hijo Juanito, quienes vivían en una casita al pie de un cerro.

Lamentablemente, su tranquila vida se vio perturbada por el maltrato y los constantes gritos de su vecino, el Sr. Gómez. Incansables, decidieron subir al cerro para llorar y pedirle ayuda a la montaña. "Mamá, ¿crees que el cerro nos escuchará?" -preguntó Juanito, con lágrimas en los ojos. "Sí, hijo mío.

Se dice que el cerro tiene oídos para aquellos que buscan paz y justicia" -respondió Marta con un brillo de esperanza en sus ojos. Al llegar a la cima, se encontraron con una vieja escultura de un guardián del cerro.

Marta y Juanito compartieron su dolor y sus plegarias con el guardián, implorando por una solución. De repente, el viento comenzó a soplar con fuerza, y una voz resonó en sus corazones, reconfortándolos y prometiéndoles que la justicia llegaría. Al día siguiente, el Sr.

Gómez, con lágrimas en los ojos, pidió perdón a Marta y Juanito, confesando que se había sentido solo y frustrado.

Con el tiempo, se convirtieron en amigos y el cerro se convirtió en un símbolo de perdón y esperanza para todos en el pueblo.

FIN.

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