El Chanchito Arquero



Había una vez un chanchito llamado Pipo que vivía en un pequeño pueblo. Desde que era muy chico, su mayor sueño era ser arquero de fútbol. Siempre miraba los partidos por televisión y saltaba de alegría cuando atajaba un penal en su imaginación. Sin embargo, un día tuvo que dejar de jugar porque empezó a sentirse inseguro de sus habilidades. Pero un buen día, mientras paseaba por la plaza, Pipo escuchó un bullicio increíble. Se acercó y vio un grupo de chicos jugando al fútbol.

—¡Hola, chanchito! —le gritaron uno de los nenes—. ¿Por qué no venís a jugar con nosotros?

Pipo se sintió emocionado, pero también un poco nervioso. Sabía que no había jugado en mucho tiempo. Sin embargo, recordó cuánto le gustaba el fútbol y decidió unirse.

—¡Está bien! —respondió Pipo con valentía, aunque su pancita temblaba de miedo.

Durante el partido, Pipo se dio cuenta de que no había perdido del todo su habilidad. Atrapó algunos tiros y estuvo a punto de hacer una gran atajada. Pero de repente, apareció un ex jugador de fútbol, ¡un verdadero crack llamado Maxi! Maxi había dejado el fútbol profesional pero todavía jugaba con mucha destreza.

—¡Qué buen arquero que sos, chanchito! —le dijo Maxi con una sonrisa—. ¿Te gustaría desafiarme a un uno contra uno?

Pipo se sintió muy halagado, pero un nudo en la pancita lo hizo dudar.

—Yo... no sé si puedo. Tú eres un ex profesional. Tal vez no sea muy divertido para ti. —dijo timidamente.

—Venite, ¡fútbol es diversión! ¡A jugar! —le insistió Maxi.

Pipo aceptó el desafío. En la primera jugada, Maxi disparó un fuerte tiro. ¡Pipo, con todas sus fuerzas, lanzó su patita, pero el balón pasó por debajo de él y se lo comió!

—¡Ay no, un caño! —gritó Pipo mientras todos los niños reían.

Pero lo curioso era que Pipo no se sintió avergonzado. En lugar de eso, se rió también. Al ver su cara de sorpresa y alegría, Maxi se inclinó y le dijo:

—No te preocupes, chanchito, ¡a todos nos pasa! Lo importante es que te diviertas.

Pipo entendió que lo más valioso del fútbol no era ganar o perder, sino disfrutar el momento. En la siguiente jugada, hizo una gran atajada. Recibió aplausos de todos los niños, y esa emoción lo hizo sentir como un verdadero campeón.

—¡Ves, te está yendo genial! —gritó Maxi—. ¡No hay que rendirse!

El partido continuó y, aunque perdió algunas más, Pipo nunca dejó de sonreír. La diversión era tan contagiosa que pronto todos los niños querían ser como él, ¡un arquero valiente y divertido!

Al final del día, Pipo se despidió de Maxi y de sus nuevos amigos. Se dio cuenta de que, aunque el fútbol había sido complicado, lo había disfrutado como nunca.

—¡Gracias, Maxi! —le dijo al despedirse—. ¡Hoy aprendí que lo importante es disfrutar!

Y así, Pipo decidió que nunca más dejaría de jugar al fútbol. Más allá de los caños o de los goles en contra, cada vez que se ponía los guantes, recordaba la alegría y la amistad que había encontrado en el campo. Desde ese día, fue conocido como "El Chanchito Arquero", y siempre jugaba con una gran sonrisa, porque ya no le tenía miedo a los caños ni al error, solo al compartir el juego y la diversión con sus amigos.

FIN.

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