El Chanchito Diferente



Había una vez, en una hermosa granja, un chanchito llamado Pipo. Pipo era un cerdito alegre y soñador que siempre quería hacer nuevos amigos. En la granja vivían grupos de animales: los patos que nadaban felices en el estanque, los sapos que chapoteaban por todos lados, las ovejas que jugaban a saltar y los caballitos que galopaban en el prado.

Un día, Pipo decidió acercarse a cada grupo para presentarse. Al primer grupo que se acercó fueron los patos.

"¡Hola, patitos! Soy Pipo, el chanchito, y me encantaría jugar con ustedes en el estanque".

Los patitos se miraron entre ellos y uno de ellos respondió:

"Pero, Pipo, tú no sabes nadar como nosotros. ¿Por qué no te quedas a jugar con los otros animales?"

Un poco triste, Pipo se despidió y fue hacia el siguiente grupo, el de los sapos.

"¡Hola, sapitos! Soy Pipo, el chanchito! ¿Puedo saltar con ustedes?"

Los sapos comenzaron a reírse y uno de ellos dijo:

"¡Eres demasiado pesado para saltar como nosotros! Además, ¡te harías daño!"

Pipo sintió que su corazón se hundía, pero no se rindió. Se acercó a las ovejas que pastaban en el prado.

"¡Hola, ovejitas! Soy Pipo, el chanchito. ¿Puedo unirme a su juego de saltar?"

Una de las ovejas le respondió amablemente:

"Pipo, tú eres diferente a nosotras. Nos gustaría que jugaras, pero no sé cómo podrías hacerlo sin caerte cada dos saltos".

Un poco desalentado, Pipo decidió intentar en el prado donde corrían los caballitos.

"¡Hola, caballitos! Soy Pipo, el chanchito. ¿Puedo unirme a ustedes para galopar?"

Rápidamente, uno de los caballitos exclamó:

"Oh, Pipo, ¡los chanchitos no galopan! Tal vez deberías buscar amigos que se parezcan más a ti".

Pipo se sintió muy solo. Nadie quería ser su amigo. El chanchito se recostó bajo un árbol y comenzó a llorar.

Pasó un ratito y una pequeña luciérnaga se posó a su lado.

"¿Por qué lloras, Pipo?"

"Porque nadie quiere ser mi amigo. Todos me dicen que soy diferente y que no puedo jugar como ellos".

La luciérnaga brilló intensamente y le dijo:

"Pero ser diferente no es malo. Cada uno tiene sus propias habilidades. A veces, los otros no ven lo geniales que podemos ser por ser diferentes".

Esto hizo reflexionar a Pipo. Decidió que en lugar de intentar encajar, iba a mostrarles a los demás lo que él podía hacer.

Al día siguiente, Pipo fue al estanque a hacer un espectáculo. Juntó algunas hojas y comenzó a hacer una coreografía divertida que hizo reír a todos los animales. Por su lado, los sapos se unieron con saltos, las ovejas comenzaron a girar, y los caballitos hicieron unos movimientos al ritmo de la música que hacía Pipo.

Pronto, todos los animales se reunieron alrededor y aplaudieron.

"¡Eso fue increíble, Pipo!" - exclamó uno de los patitos.

"¡Nunca habíamos visto algo así!" - agregó una oveja.

Pipo sonrió y se dio cuenta de que, a pesar de ser diferente, tenía algo especial que los demás podían disfrutar. Desde ese día, los animales comenzaron a incluir a Pipo en sus juegos y actividades. Aprendieron que cada uno tenía su propio talento y así comenzaron a festejar sus diferencias.

"¡Pipo, tú eres el mejor!" - gritaban todos juntos.

Y así, el chanchito diferente se convirtió en el amigo más querido de la granja, porque había demostrado que ser distinto es lo que hace a cada uno único, y que no se debe discriminar a nadie solo por ser diferente.

Y de esta manera, Pipo y los demás animales aprendieron una valiosa lección sobre la amistad y la diversidad.

"Recuerden, por ser diferente no debemos discriminar a nadie" - decía Pipo sonriendo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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