El Chanchito y el Lobo



Érase una vez, en un bosque encantado, un pequeño chanchito llamado Pipo. Pipo era un cerdito muy inteligente y travieso, que vivía en una casa hecha de ladrillos. Justo al lado, en un oscuro y tenebroso bosque, vivía un lobo llamado Rufus, que siempre estaba buscando qué comer. Un día, Rufus decidió que quería hacer un banquete de cerdito y se fijó en Pipo.

- “Hoy será un gran día”, pensó el lobo. “Voy a cenar cerdito en la casa de ladrillos”.

Pero Pipo no era un chanchito cualquiera. Cuando se enteró de que el lobo lo estaba acechando, decidió pensar en un plan. Sabía que el lobo era astuto, pero él también tenía sus trucos.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Pipo encontró un frasco de aceite mágico que le prometían que podía hacer que cualquier cosa resbalara. Así que corrió a su casa y empezó a preparar una trampa:

- “Voy a poner un poco de ese aceite en la chimenea”, murmuró Pipo mientras reía. “Cuando el lobo intente entrar, ¡se resbalará y caerá! ”

Esa misma noche, Rufus, el lobo, se acercó a la casa de Pipo.

- “¡Cerdito, cerdito! ¡Déjame entrar! ”, gritó Rufus con una voz tenebrosa.

- “¡No, no, ladrón de verduras! ¡Te quedas afuera! ”, respondió Pipo, y comenzó a reírse.

Rufus, frustrado y hambriento, decidió que la única forma de entrar era deslizarse por la chimenea. Así que subió por el tejado y se metió en la chimenea.

Pero no contaba con que Pipo había dejado el aceite mágico en la chimenea.

- “¡Ahhh, qué frío está esto! ”, gritó Rufus, cuando comenzó a deslizarse por la chimenea y, de repente, ¡pum! resbaló y cayó al fondo.

- “¡Ay, ay, ay! ¡El aceite me quema! ¡Ayuda! ”, chilló el lobo, agitando sus patas en el aire.

Pipo escuchó el alboroto y no pudo evitar reírse aún más. Entonces, se asomó a la chimenea y le dijo:

- “¿Vas a seguir intentando comerme, Rufus? ¡Mirá lo que te ha pasado! ”

Rufus, todo chamuscado y lleno de hollín, comprendió que no podía seguir persiguiendo al pequeño chanchito igual que siempre.

- “Está bien, está bien. Prometo no volver a intentar comer cerdito, solo quería tener una buena cena”, dijo el lobo, aún temblando.

Pipo pensó que quizás, solo quizás, podría darle una segunda oportunidad al lobo.

- “¿Y si, en lugar de comerme, compartimos una cena juntos, Rufus? ”, propuso Pipo, sonriendo.

Rufus, sorprendido, respondió:

- “¿De verdad harías eso? ¡Sería fantástico! No tengo amigos en el bosque”.

Así que Pipo decidió cocinar unos ricos pasteles de manzana. Ambos se sentaron en la mesa del chanchito y disfrutaron de una cena deliciosa, riendo y contando historias. Desde ese día, Pipo y Rufus se convirtieron en grandes amigos, recorriendo el bosque juntos y realizando aventuras.

La lección que aprendieron fue que a veces, un poco de bondad puede cambiar la dirección de una amistad, incluso entre un chanchito y un lobo. Y así, vivieron felices y contentos.

FIN.

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