El Changuito y el Genio de la Lámpara



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un changuito llamado Pepito. Pepito era un changuito muy travieso, que siempre hacía travesuras a su amo, un pobre campesino llamado Don Ramón. A pesar de su pobreza, Don Ramón cuidaba de Pepito con mucho cariño.

Un día, mientras exploraba el bosque, Pepito encontró a un mago atrapado bajo un árbol caído. El mago, con voz temblorosa, le dijo: "Ayúdame, pequeño amigo. Si me liberas, te concederé un deseo".

Pepito, lleno de curiosidad, pensó en lo que podría desear. Pero, en lugar de ayudar al mago, decidió hacer una travesura. "¿Y si te dejo aquí un ratito más? Seguro que nadie te va a extrañar". El mago, furioso, lo miró fijamente. "Recuerda, travieso changuito, que las malas acciones tienen consecuencias". Luego, con un movimiento de su varita, desapareció.

Pepito siguió explorando y, más tarde, encontró una lámpara brillando entre las hojas. Cuando la frotó, un genio de grandes dimensiones apareció. "¡Soy el genio de la lámpara! Te concederé tres deseos". Pepito se quedó asombrado y su corazón se llenó de alegría. "¡Genio, quiero ser el changuito más rico del mundo!"

Con un chasquido de dedos, en un instante, Pepito estaba rodeado de joyas y comida por doquier. Sin embargo, a medida que disfrutaba de su riqueza, se sintió solo.

Sin perder tiempo, Pepito dijo: "Quiero ser el rey del bosque". Al instante, todos los animales comenzaron a hacerle reverencias. Pero, aunque era rey, se sentía vacío. "No tengo amigos", pensó.

Finalmente, decidió usar su último deseo. "Quiero ser feliz y tener a alguien a mi lado". El genio sonrió. "Tu deseo será concedido". En un abrir y cerrar de ojos, apareció una bella princesa llamada Sofía. Pero había un detalle: ella estaba encantada y solo podría liberarse con un acto de verdadera bondad.

Así que Pepito se propuso demostrar su bondad. Se acordó del mago que había traicionado. "Si lo ayudo a liberarse, tal vez también pueda ayudar a la princesa". Pepito fue al mismo lugar donde lo había encontrado.

"Mago, te liberaré, lo siento por haberte dejado ahí". El mago, sorprendido, sonrió. "Has aprendido la lección, buen changuito. Te agradezco". Con un gesto, el mago rompió el hechizo sobre la princesa.

"¡Gracias! Ahora podemos ser felices juntos", exclamó Sofía. Pepito, emocionado, comprendió que la verdadera riqueza no está en el oro, sino en las acciones buenas y en el amor.

Así, Pepito y Sofía se hicieron grandes amigos, y decidió compartir su riqueza con su amo, Don Ramón, quien también encontró felicidad y compañía. Desde entonces, Pepito dejó de ser travieso y se convirtió en un changuito amable y generoso, de quien todos hablaban en el pueblo. Y fueron felices por siempre, viviendo en una pequeña casa rodeada de amigos y risa.

FIN.

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