El Chico que Perdió su Brillo
En el pintoresco pueblo de Valverde, rodeado de verdes colinas y ríos cristalinos, vivía Moisés, un joven conocido por su contagiosa alegría y su radiante entusiasmo. Desde pequeño, Moisés era el corazón del pueblo: su risa llenaba de luz cada rincón.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Moisés encontró una piedra brillante entre las hojas. "¡Mirá lo que encontré!" - exclamó mientras corría hacia su mejor amiga, Clara. "Esta piedra es mágica, ¡seguro me da aún más brillo!"
Clara, intrigada, se acercó. "¿Pero cómo sabés que es mágica?"
Moisés sonrió con confianza. "Porque... porque se ve hermosa y brilla mucho. ¡Vamos a mostrarla a todos!"
Ambos corrieron hacia la plaza del pueblo y gritaron a su grupo de amigos. "¡Miren lo que encontramos! ¡Es una piedra mágica!"
Los niños rodearon a Moisés, admirando la piedra. "Ojalá que te dé poderes especiales, así podrías volar o hacer desaparecer las tareas de la escuela" - dijo Tomás, riéndose. Todos se rieron con él.
Sin embargo, con el paso de los días, Moisés comenzó a sentir que su alegría no era la misma. La piedra, aunque brillante, parecía consumir su energía.
"¿Por qué me siento tan cansado?" - se preguntó una tarde. Se dio cuenta de que había estado pasando más tiempo mostrando la piedra y buscando su magia, que disfrutando de las cosas que realmente le daban alegría.
Decidido a recuperar su brillo, visitó a la anciana del pueblo, Doña Rosa, conocida por su sabiduría.
"Doña Rosa, siento que he perdido mi brillo…"
"Hijo mío, ¿qué es lo que realmente te hace brillar?"
Moisés pensó en las veces que había ayudado a sus amigos, corrido por el campo y reído hasta que le doliera el estómago.
"Amo jugar con mis amigos y ayudar a los demás. Eso es lo que realmente me hace feliz."
"Entonces, joven, ¿por qué no dedicas más tiempo a todas esas cosas?"
Moisés salió con una nueva determinación. Al día siguiente, en lugar de mostrar la piedra, organizó una búsqueda del tesoro en el bosque con todos sus amigos.
"¡Vamos a buscar cosas brillantes!", anunció, sonriendo de oreja a oreja. Todos aceptaron con entusiasmo.
Mientras jugaban, Moisés redescubrió el placer de la amistad y la alegría que irradiaba al compartir momentos con los demás.
"¡Miren lo que encontré!" - gritó Clara, sacando una flor colorida.
"¡Eso tienes que guardar como tesoro!" - rió Moisés.
Así, los días pasaron, y con cada risita y cada juego, Moisés sintió cómo su brillo regresaba. La piedra original fue olvidada en el fondo de su mochila, cubierta de polvo.
Una tarde, mientras jugaban, Clara levantó la vieja piedra.
"¡Esta! ¿La habíamos olvidado?"
Moisés, con una sonrisa, miró a sus amigos. "No la necesitamos para brillar. Nuestro brillo viene de dentro, de lo que compartimos y de nuestro tiempo juntos."
Desde entonces, Valverde no solo era conocido por su belleza natural, sino también por el resplandor de la amistad y la alegría que emanaban de su joven corazón. Y así, Moisés aprendió que el verdadero brillo está en compartir momentos con quienes amamos, y nunca en una piedra mágica.
Y así, cada vez que reía y ayudaba a sus amigos, el brillo de Moisés iluminaba aún más a Valverde, siendo el verdadero corazón del pueblo, con o sin piedra mágica.
FIN.