El Chivo Encantado de la Zanja



En el barrio de San Martín, donde solían ir las señoras a lavar la ropa en la zanja, sucedía algo mágico que muy pocos conocían. La zanja estaba llena de historias y aventuras, pero ninguna tan sorprendente como la del Chivo Encantado.

Una mañana, Doña Rosa, una señora muy curiosa y siempre dispuesta a ayudar, se acercó a la zanja con su canasto lleno de ropa.

"¡Hola, Chivito!" - saludó, aunque nadie veía al Chivo. Pero, mientras lavaba una camisa, escuchó un pequeño balido proveniente de la niebla sobre el agua.

"¿Quién anda ahí?" - preguntó Rosa, sorprendida.

En ese instante, apareció un hermoso chivo con cuernos dorados y un pelaje blanco resplandeciente.

"Soy el Chivo Encantado de la Zanja" - dijo el chivo, dándole un pequeño salto hacia adelante, "me encargan cuidar este lugar mágico."

Rosa, asombrada, dejó caer su canasto.

"¿Un chivo que habla? ¡Esto es increíble!" - exclamó.

"No solo hablo, sino que también puedo conceder deseos, pero debes ser muy cuidadosa con lo que pidas" - respondió el chivo, moviendo su cola.

Rosa nunca había dado mucha importancia a los cuentos sobre el chivo encantado, pero ahora se sentía emocionada. Pensó en su familia, en cómo siempre quería que tuvieran más felicidad y menos preocupaciones.

"Deseo que mi familia se una más y que nunca más discutamos por tonterías" - dijo con sinceridad.

El chivo inclinó su cabeza y de repente un brillo lo rodeó. "Hecho está, pero recuerda, la unión se cultiva con amor y comprensión. ¡Nos vemos, Rosa!" - y con un salto, el chivo desapareció entre los arbustos.

Días después, Rosa notó algo diferente. Su familia empezó a compartir más momentos juntos, pero también se dieron cuenta de lo fácil que era caer en discusiones por pequeños problemas. Una tarde, sus hijas, Valentina y Lucia, empezaron a pelear por un juguete.

"¡Es mío!" - gritó Valentina.

"¡No, es mío!" - respondió Lucia.

Rosa, recordando su deseo, intervino.

"Esperen, chicas. ¿No recuerdan lo que el Chivo Encantado nos enseñó? La unión se cultiva con amor. ¿Qué tal si jugamos todas juntas a crear una historia?"

Las niñas se miraron y decidieron aceptar la propuesta de su madre. Se sentaron juntas a inventar nombres y personajes, creando un cuento que llenó la casa de risas.

Una semana más tarde, Rosa volvió a la zanja con su canasto, no solo para lavar ropa, sino para buscar al Chivo Encantado y agradecerle.

"Chivito, aparecé, por favor!" - llamó.

"Aquí estoy, Rosa", - contestó el chivo al aparecer con un brillo en sus ojos, "¿ya notaste el cambio en tu hogar?"

"Sí, lo he notado, pero a veces es difícil mantener esa alegría. A veces se nos olvida lo que significa estar unidos." - aventuró Rosa.

"Es cierto, mi querida. A veces el amor se olvida en la rutina del día a día. Recuerda siempre tener paciencia y comprensión entre ustedes. Siempre pueden contar conmigo, pero el verdadero poder lo tienen ustedes." - le dijo el chivo, antes de desaparecer nuevamente en la niebla.

Volviendo a su casa, Rosa se sintió llena de esperanza. Cada vez que se presentaba un problema, recordaba las palabras del Chivo Encantado y hacía un esfuerzo por promover la unión.

Con el tiempo, su familia no solo aprendió a comunicarse mejor, sino que también se convirtió en un ejemplo para los vecinos. En el barrio comenzaron a reunirse más a menudo, creando talleres de costura, juegos y actividades donde primaba la alegría y la amistad.

"¡Miren lo que hemos creado!" - exclamó Lucia una tarde mientras enseñaba a sus amigas a tejer.

"Esto es gracias al Chivo Encantado, ¿no?" - preguntó Valentina, guiñando un ojo a su hermana mientras tejían juntas.

Así fue como, en un pequeño barrio de San Martín, el Chivo Encantado de la Zanja no solo trajo magia, sino también aprendizaje sobre el poder de la unión y la amistad.

Rosa nunca olvidó su encuentro con el chivo, y cada vez que pasaba por la zanja, sonreía, recordando que la magia real se encuentra en los momentos que pasamos con aquellos que amamos.

FIN.

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