El chocolate mágico


Mamá Débora y su hijo Martín habían ahorrado durante meses para poder hacer un viaje muy especial.

Habían escuchado hablar del país de los bombones de todos los colores y gustos, un lugar mágico donde se podía disfrutar de la mejor comida dulce del mundo. Finalmente, llegaron al país de los bombones y quedaron maravillados con todo lo que veían. Las calles estaban llenas de tiendas donde vendían chocolates, caramelos, gomitas y todo tipo de golosinas imaginables.

Los olores eran tan intensos que parecía que podían saborear el aire. Mientras caminaban por las calles, Mamá Débora notó algo extraño en su hijo Martín. Él no estaba tan emocionado como ella esperaba que estuviera.

- ¿Qué pasa Martín? -preguntó Mamá Débora-. ¿No te gusta este lugar? - No es eso mamá -respondió Martín-. Es solo que me siento un poco triste. - ¿Por qué triste? -preguntó Mamá Débora preocupada. - Es solo que...

yo quería compartir esto con papá también -dijo Martín con lágrimas en los ojos-. Él siempre nos compraba golosinas especiales cuando hacíamos algo bien juntos. Me hace falta él aquí.

Mamá Débora abrazó a su hijo fuerte y le dijo:- Sé lo mucho que extrañas a papá, pero recuerda todo lo bueno que tenemos en nuestra vida ahora mismo: estamos juntos en este viaje increíble y podemos disfrutarlo juntos sin importar nada más.

Martín sonrió tímidamente mientras Mamá Débora lo llevaba a una tienda de chocolates. Allí, les dieron una caja especial para que pudieran probar todos los sabores que quisieran. Martín se emocionó y empezó a elegir diferentes chocolates para compartir con su mamá.

Mientras comían los bombones, Mamá Débora le explicaba a Martín sobre la importancia de vivir el momento presente y disfrutar las cosas buenas que tenemos en nuestra vida, sin dejar que el pasado o el futuro nos afecten demasiado.

De repente, un hombre misterioso se acercó a ellos y les ofreció un chocolate muy especial: un chocolate mágico que les permitiría viajar por todo el mundo y conocer lugares increíbles. Mamá Débora estaba asombrada.

¿Cómo podía ser posible algo así? Pero Martín estaba tan entusiasmado que no pudo resistirse. - ¡Lo quiero! -dijo Martín mientras tomaba el chocolate del hombre. El hombre sonrió y desapareció en la multitud. Mamá Débora frunció el ceño, pero decidió seguirle la corriente a su hijo.

Cuando Martín dio un mordisco al chocolate, algo extraño comenzó a suceder. De repente, se encontraron flotando en el aire sobre una ciudad desconocida. Era como si hubieran sido transportados a otro lugar completamente diferente.

Mamá Débora gritaba de emoción mientras veía cómo volaban por encima de edificios altos y coloridos. Era como nada que hubiera visto antes. Después de unos minutos de vuelo emocionante, volvieron al país de los bombones donde habían estado antes.

Mamá Débora y Martín se quedaron sin palabras. - ¡Eso fue increíble! -dijo Martín, todavía en shock por la experiencia-. ¿Cómo lo hicimos? Mamá Débora sonrió y le explicó que el chocolate mágico los había transportado a otro lugar.

Pero también les recordó que era importante no confiar demasiado en extraños y tener cuidado con lo que comían. Martín asintió mientras Mamá Débora lo llevaba de vuelta al hotel donde se estaban hospedando.

Después de un día lleno de aventuras, ambos se sentían cansados pero felices. Habían aprendido mucho sobre el valor de estar juntos y disfrutar las cosas buenas que tiene la vida.

Y así, Mamá Débora y su hijo Martín volvieron a casa con una caja llena de chocolates del país de los bombones. A partir de ese día, siempre recordarían su viaje especial como un momento inolvidable entre madre e hijo.

Dirección del Cuentito copiada!