El Chocolatín de la Amistad



En un frondoso bosque de Argentina, vivían un lobo llamado Lobin y un chancho llamado Chanchín. Eran los mejores amigos, siempre hacían travesuras juntos, pero un día, todo cambió por un chocolatin.

Era un día soleado cuando Lobin encontró un delicioso chocolatin en el suelo, brillante y tentador. Apenas lo vio, sus ojos brillaron de emoción y corrió a enseñárselo a su amigo.

"¡Chanchín, mirá lo que encontré! ¡Es un chocolatin!" - gritó Lobin con alegría.

"¡Guau! ¡Es enorme!" - exclamó Chanchín, acercándose rápidamente.

Lobin, un poco más enérgico, levantó el chocolatin en el aire y comenzó a hacer piruetas.

"Esta delicia es mía, mía, mía, ¡y nadie más puede tenerla!" - dijo Lobin emocionado.

Chanchín, que también lo quería probar, hizo pucheros.

"Pero, Lobin, ¡podríamos compartirlo!" - propuso Chanchín.

Lobin se detuvo a pensar. Compartir era una de las cosas que les gustaba hacer, pero ese chocolatin era tan tentador.

"No sé, Chanchín... Creo que mejor lo comeré solo yo" - dijo Lobin, intentando resistir la tentación de compartirlo.

Justo en ese momento, un zorzal curioso que pasaba vio la escena.

"¡Hola, amigos! ¿Qué está pasando aquí?" - preguntó el pequeño pájaro.

"Lobin encontró un chocolatin, ¡pero no quiere compartirlo!" - explicó Chanchín, con voz melancólica.

"Hmm, eso suena triste..." - dijo el zorzal. "¿Sabían que cuando se comparte, la alegría se multiplica?"

Lobin se sintió un poco culpable al escuchar al zorzal.

"Pero, ¿y si no queda nada?" - argumentó Lobin.

"Si te quedas comiéndolo solo, te perderás de la risa y la diversión de disfrutarlo junto a tu amigo. ¡Los buenos momentos son mejores en compañía!"

Lobin pensó en sus momentos con Chanchín, en cómo siempre se hacían reír.

"Tal vez tenés razón" - admitió Lobin con un suspiro. "Vamos, Chanchín, lo compartiremos. ¡Tienes razón, será más divertido!"

Chanchín sonrió ampliamente y dio un salto de felicidad.

"¡Sí! ¡Unos trozos para cada uno!" - exclamó Chanchín.

Lobin y Chanchín compartieron el chocolatin, disfrutando cada bocado mientras reían juntos. El sabor del chocolatin era inigualable, pero el sabor de la amistad era aún mejor.

Después de comer, el zorzal se unió a ellos mientras contaban historias y disfrutaban del momento.

Desde ese día, Lobin siempre recordaba lo que había aprendido.

"No se trata solo de un delicioso chocolatin; ¡se trata de compartir las cosas buenas de la vida!" - dijo Lobin, sonriendo a su amigo.

Chanchín asintió con alegría y puso su pata sobre la de Lobin.

"Vamos a seguir compartiendo todo lo que podamos. Siempre juntos, ¿verdad?" - preguntó Chanchín.

"¡Siempre juntos, amigo!" - respondió Lobin, feliz de haber aprendido su lección.

Y así, Lobin y Chanchín nunca dejaron de compartir, no solo chocolatin, sino también risas y buenos momentos en su hermoso bosque.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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