El Cielo de las Golosinas



En un pequeño pueblo llamado Dulcelandia, todo giraba en torno a los dulces. Las calles estaban pavimentadas con caramelos, y en las plazas crecían árboles de chocolate. Los niños soñaban con el día en que pudieran visitar el famoso Cielo de las Golosinas, un lugar mágico donde se decía que los ositos de goma bailaban y las nubes eran de algodón de azúcar.

Un día, una niña llamada Lila, con un corazón dulce y una imaginación infinita, decidió que había llegado el momento de explorar más allá del pueblo.

- “¡Voy a encontrar el Cielo de las Golosinas! ” - exclamó entusiasmada.

Antes de partir, su amigo Tomás le dijo:

- “Cuidado, Lila. Dicen que el camino está lleno de desafíos.”

- “¡Pero también de sorpresas! ” - respondió Lila, sin dejarse intimidar.

Con su mochila llena de caramelos y su valentía como compañía, Lila se aventuró al bosque de Mermeladas, donde los árboles tenían troncos de galleta y las ramas estaban cubiertas de mermelada de frutilla. A medida que avanzaba, se encontró con una ardilla muy pequeña llamada Caramelo.

- “Hola, soy Caramelo. ¿A dónde vas? ” - preguntó la ardilla.

- “Busco el Cielo de las Golosinas. ¿Quieres venir conmigo? ” - respondió Lila.

Caramelo saltó de emoción:

- “¡Sí, claro! Pero ten cuidado, hay un río de leche que debemos cruzar.”

Continuaron juntos y, al llegar al río, se dieron cuenta de que el único camino era a través de un puente de galleta. Pero al pisarlo, el puente comenzó a romperse.

- “¡Rápido, Lila! Hay que correr! ” - gritó Caramelo.

Ambos corrieron y lograron cruzar justo a tiempo, mientras el puente se desmoronaba detrás de ellos.

Al otro lado del río, encontraron un lago de chocolate. Allí, una rana llamada Choco estaba cantando felizmente.

- “¡Hola, viajeros! ¿Quieren tomarse un descanso? ” - preguntó la rana.

Lila respondió:

- “No podemos parar. Estamos buscando el Cielo de las Golosinas.”

- “Si logran cruzar el lago en una balsa de caramelos, quizás puedan continuar su aventura.” - sugirió Choco con una sonrisa.

Lila y Caramelo trabajaron juntos para construir una balsa con los caramelos que llevaba en su mochila. Cuando finalmente estuvieron listos, se lanzaron al lago. Nadaron con alegría, pero de repente, una ola de chocolate los empujó hacia un torbellino.

- “¡Agárrate fuerte! ” - gritó Lila.

Lograron salir a la orilla, empapados pero sonrientes.

- “Estamos más cerca de nuestra meta, ¡vamos! ” - exclamó Lila, llena de optimismo. A medida que se adentraban en el bosque de Caramelos, notaron que el cielo se oscurecía y comenzó a llover gomitas.

- “¿Qué pasará si no llegamos al Cielo de las Golosinas? ” - se preocupó Caramelo.

- “No importa lo que pase, lo importante es que estamos juntos y estamos disfrutando de nuestra aventura.” - respondió Lila.

Al continuar, encontraron un enorme arcoíris que llevaban directo al Cielo de las Golosinas. Con sus corazones palpitando de emoción, corrieron hacia él. Pero al llegar a la cima, se dieron cuenta de que había un guardián, un oso de peluche llamado Mielito.

- “¿Qué buscan aquí? ” - preguntó Mielito con voz profunda.

- “Queremos conocer el Cielo de las Golosinas,” - dijo Lila, temblando un poco.

- “Para entrar, deben demostrar que conocen el valor de la amistad y la solidaridad. Dediquen un tiempo a ayudar a otros.”

Lila miró a Caramelo y asintió:

- “¿Te gustaría que ayudasemos a los demás antes de seguir? ”

Caramelo sonrió felizmente:

- “¡Sí, eso sería genial! ”

Así que, en lugar de cruzar, comenzaron a ayudar: un grupo de ositos perdidos, una serpiente que no podía encontrar su gorra de gomita y una mariposa que necesitaba ayuda para encontrar su hogar.

Después de un día de trabajo, Mielito los observó orgulloso.

- “Han demostrado que la amistad y el trabajo en equipo son más importantes que cualquier dulce.” - dijo el oso.

Con un gesto, el cielo se abrió y, por fin, entraron al Cielo de las Golosinas. Era más hermoso de lo que imaginaron: mares de caramelos, cielos de nubes de algodón y montañas de chocolate.

- “¡Lo hicimos, Caramelo! ” - gritó Lila, llena de alegría.

Y así, Lila y Caramelo aprendieron que, si bien siempre hay dulces por descubrir, la verdadera magia está en compartir y cuidar de los otros. Prometieron que siempre estarían juntos, y el Cielo de las Golosinas se convirtió en un lugar aún más especial por las aventuras que vivieron.

Desde aquel día, cada vez que los habitantes de Dulcelandia miraban el cielo, recordaban que, con amistad y valentía, cualquier sueño podía hacerse realidad.

FIN.

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