El cielo prestado
En un mundo donde cada día el cielo tiene un nuevo dueño, un pequeño pueblo vivía en armonía bajo un manto de estrellas que brillaban con la luz de mil colores. En este pueblo vivía Luna, una joven curiosa y soñadora que esperaba con ansias el día en que le tocaría cuidar el cielo.
Una noche mágica, el abuelo de Luna le dijo: "Esta noche, el cielo es tuyo, querida. Cuídalo con amor y creatividad". Con su corazón latiendo de emoción, Luna miró hacia arriba y vio un lienzo infinito lleno de estrellas. Sabía que tenía el poder de moldearlas a su antojo.
Sin pensarlo dos veces, Luna decidió escribir un mensaje en el cielo. Con un toque de su varita mágica, formó letras brillantes que decían: "Hola, ¿quién está ahí?". Esperó un momento, y a lo lejos, brilló una estrella fugaz. Luna sonrió, sintiendo que había sido respondida.
Así, Luna continuó escribiendo mensajes en el cielo, llenando la noche con deseos y preguntas sobre el mundo. La estrellas le respondían, y cada vez estaba más emocionada al descubrir que había alguien en el otro lado del planeta que le respondía. Un día escribió: "¿Cómo es tu día?". Pronto llegó la respuesta: "¡Soleado y lleno de aventuras! Vivo en un lugar con árboles inmensos y ríos brillantes. ¿Y vos?".
Luna nunca había visto un río brillante, ni árboles que alcanzaran las nubes. Así que decidió escribir sobre su pueblo y su vida: "Aquí las estrellas brillan de noche, pero entre el día, todo es silencio hasta que llega el cielo de un nuevo dueño". Al recibir la respuesta, se dio cuenta de que su amigo del otro lado del mundo se llamaba Sol, y que tenían tantas cosas en común a pesar de la distancia.
Con cada mensaje, su amistad creció. Sin embargo, el tiempo corría, y se acercaba el final de la noche. Luna, un poco triste, escribió: "Mañana el cielo no será mío. ¿Cómo podremos comunicarnos después?". La respuesta llegó rápidamente: "No te preocupes, siempre habrá un cielo para nosotros y nuestros mensajes. Cada estrella será un puente entre dos amigos".
Al amanecer, el cielo ya tenía un nuevo dueño, pero la conexión entre Luna y Sol era fuerte. Al día siguiente, mientras Luna hacía sus tareas diarias, recordó las palabras de Sol, y se sintió inspirada. Pasó el día soñando en cómo podrían seguir en contacto. Sabía que debía compartir sus historias con otros, así que pensó que podría escribir un libro.
Desde entonces, cada noche en el pueblo, Luna compartía sus cuentos bajo el cielo lumínico y, poco a poco, más y más niños comenzaron a mirar arriba y a soñar. Así, transformaron el cielo en un lugar donde la creatividad de todos brillaba.
Con el efecto de la magia de los mensajes que atravesaban el cielo, todos empezaron a enviar saludos a otros niños en distintos lugares, creando un lazo que unía corazones en todo el mundo.
Finalmente, Luna comprendió que, aunque el cielo cambiara de dueño, su deseo de comunicarse y hacer amigos jamás podría verse apagado. "El cielo puede prestarse, pero nuestra amistad es eterna", pensó mientras miraba al cielo lleno de estrellas y sonreía, sabiendo que siempre tendría a Sol en su corazón.
Y así, Luna y Sol se convirtieron en dos rayitos de luz que unieron el cielo con la Tierra. Con cada mensaje, su amistad creció más y más, y no había distancia que pudiera separarlos.
Luna aprendió que cada estrella era un símbolo de unión y amistad, y que a pesar de no poder controlar el cielo para siempre, siempre podría compartir su luz con el mundo. Todos los niños del pueblo y más allá empezaron a mirar las estrellas y a escribir sus mensajes, formando un cosmos de sueños compartidos.
Así, en aquel mundo mágico donde el cielo cambiaba de dueño, se forjó una comunidad unida bajo la luz de las estrellas, donde cada noche se contaban historias, se compartían risas, y se sostenían sueños, creando un lazo que duraría para siempre. Y todo gracias a una joven que no tuvo miedo de preguntar: "Hola, ¿quién está ahí?"
FIN.